A él le duele; a mí me agrada. A él le enoja; a mí me inspira. A él le moja los ojos; a mí me empapa de vida.Su derrota me parece casi un triunfo.
Quizá él no piense lo mismo (sin duda, no); herido, desilusionado, lastimado por su exclusión de los Juegos Paralímpicos, aún siente en carne viva haber quedado excluido, pese a lograr la marca exigida por la organización internacional.Se le nota en los ojos, en la pausa, en la bocanada de aire soltada durante el diálogo de esta semana para nacion.com. Se le nota en el fuego de los ojos, que de pronto da paso a nubarrones.
Me alegra su caída, no por el tropiezo en sí mismo, sino por lo que permite ver: Lobito Fonseca está de vuelta. Regresó el competidor, el competitivo (que no es la misma cosa), el “mordido” (aquí entre nos), el que se esfuerza, el que se emociona hablando de vencer a tal rival con solo mejorar en la salida de esos extenuantes 100 metros planos en silla de ruedas.
El ejercicio como terapia quedó atrás y está de vuelta el campeón que se mostraba intrepido, desafiante, nada conformista sobre una motocicleta. Está de regreso el atleta que vuelve a sentir nervios antes de una competencia. “Hace diez años no lo sentía”, confiesa el hoy atleta paraolímpico, justo diez años después de su accidente. Volvió el que no se conforma con participar.
Eso de “lo importante es participar” siempre me supo a papa sin sal, a sobreprotección ante las muy posibles derrotas, donde solo uno es ganador. El deporte se inventó para competir (incluso con uno mismo). Lo demás es ejercicio, salud, bienestar y, aunque practicado con otros fines, tampoco desprecia la presencia de metas. Digamos, entonces, hablando de deporte, que “lo importante es intentar ganar”. Intentarlo, al menos.
Lobito lo intentó, consiguió la clasificación en la pista y la perdió en la mesa. Con solo un cupo para Costa Rica, la injusticia estaba garantizada con cualquier decisión : ¿Ernesto Fonseca o el maratonista en silla de ruedas José Jiménez? Le queda al Comité Olímpico luchar por más plazas y a Lobito Fonseca, levantarse.
A veces en las caídas se asoma el alma de los campeones.