Jaime Meza Ivankovich se alineó en el ataque del Cartaginés bajo el ala protectora de su hermano Fello, a quien profesaba una admiración idólatra aun en el otoño de su vida.
El destino los juntó por primera vez vestidos de azul en marzo de 1944, cuando Cartaginés y Alajuelense empataron 1-1.
Jaime la tenía clara: el crack era su hermano, no él; por eso cuando aceptó contarme la historia de Fello para un libro aún sin publicar, exigió como condición que las luces del relato brillaran solo para él.
Intenté disuadirlo sin éxito y al final acepté a regañadientes porque no me sentí en condiciones de llevarle la contraria a quien fue mi vecino toda la vida en ese barrio en donde nací y crecí: 175 metros al norte del City Garden, en Cartago centro, un restaurante icónico que el tiempo se llevó.
Para mí siempre fue don Jaime, el vecino amable que me tendía una mano grande y cálida, un verbo futbolero y una charla que indefectiblemente pasaba por su amado Cartaginés.
Hoy que ya no está voy a desobedecerlo, a contradecirlo, para contarle a la gente que ese interior derecho que jugaba con el “7” en la espalda cuando los equipos atacaban con 5 delanteros en el dibujo táctico retro de la WM, fue un digno compañero del futbolista más grande que dio el Cartaginés.
Sí, don Jaime, porque los hinchas blanquiazules deben saber que a usted lo apodaban El Balazo Meza, pues la prendía de derecha, a ras del piso y la pelota levantaba polvo en su viaje frenético a la red.
Su hermano vio tal calidad en usted, que se lo llevó con 18 años a México desvelado por el sueño de que hicieran mancuerna en el ataque del Moctezuma, en una tierra en donde a punta de gambetas y goles maradonianos, él era una celebridad a la altura del actor de moda o el torero más reconocido.
Fello lo admiraba tanto como usted a él. Fíjese que una vez en el recorrido de un viaje en autobús de San José a Cartago, en mi época de universitario, me contó que usted hizo 17 goles en el campeonato de 1951y terminó campeón goleador junto a Alexis Goñi.
Descanse en paz mi vecino, amigo y crack. Hablamos por última vez el domingo 12 de junio. Llevaba un sombrero de pita, estaba atareado y se disculpó por no poder atenderme.
“Voy para misa, hay que estar con Dios”. Sí don Jaime: usted ya está con él.