Definitivamente es más fácil ser entrenador de futbol antes y después de los partidos que durante ellos. En el previo todos los juegos son ganables, no hay rival pequeño, pero tampoco invencible y “somos once contra once”. En el “post” el árbitro fue el culpable, el rival da vergüenza por el encierro que practicó o “es lógico que nos ganaran con la diferencia de planilla”.
Pero también, cual si fueran una especie moderna de “El Zorro”, los técnicos se quitan y ponen el antifaz a convenir al dirigir a un equipo “chico” o a uno “grande”. Si está sentado en el banco del “pequeño” y pierde contra el poderoso, lo justifica por el grosor de la billetera. Pero cuando le dan las riendas del poderoso y no puede con el enano, entonces la culpa es de la mezquindad del rival que solo sabe defenderse.
A ojos cerrados ya usted puede vaticinar cada uno de los discursos en las conferencias de prensa. Una lorita de buen verbo y fresca memoria, después de asistir a tres o cuatro de ellas, podría salir vestida con la chamarra del entrenador y dar explicaciones por el juego recién acabado. “El rival fue mezquino con el espectáculo”, “Con esa planilla tendrían que habernos metido siete”, “ Me preocuparía si no creáramos las opciones de gol”, “Dominamos pero tuvimos una desatención fatal”, bla bla bla.
Cuando le preguntan que por qué tiene sentado a algún jugador, el entrenador tico siempre dirá lo mismo: “En este equipo todos son titulares”. Pero cuando usa la banca como base de la alineación y no gana, lo primero que hace es recordar a los periodistas quienes se quedaron en el banquillo y después de dos o tres ensayos anuncia que se acabó la rotación.
Aunque tenga planilla de lujo, cuando les convocan dos o tres jugadores para la Selección ya quieren suspender el partido “porque no queremos dar ventajas”. Si tiene racha negativa, “no está preocupado solo ocupado en mejorar” y si es positiva se debe a la planificación, el trabajo y el buen camerino.
Sería muy divertido un “reality show” con unos cuatro técnicos locales jugando al play station. De seguro alguno tendrá el control malo, a otro se le descargó la batería y a un tercero no le gustó el equipo de la rifa. Y no faltará el que desconecte el cable en un ataque de rabia porque el árbitro tiene puesta la camiseta del rival.