Hace casi un año (27/01/2015), cuando publicamos la columna “El autogol y el foul de Pinto”, afirmamos que cuando don Jorge Luis encendió el ventilador, tanto él como la Fedefútbol salieron pringados.
El colombiano, por no poder colocarse en un fútbol mejor que el tico (autogol), y la Selección Nacional, por no poder contratar a un DT con un currículo superior o similar al de Pinto (foul).
Así las cosas, Pinto se jugó “el cuero” (como confiesa ahora). Pese a las advertencias hechas por su antecesor, Hernán Medford, asumió una Honduras en crisis. “El Pelícano” avisó del declive de los veteranos y el estancamiento de los jóvenes de la “H”, anclados en ligas ajenas al primer mundo.
Hoy, con cero puntos y el agua al cuello, un afligido Pinto lo reconoce. “Hay un cambio generacional que cuesta. Ya empecé a dormir mal, estoy demasiado preocupado”, dijo al Diario Diez.
Acá, tras las humillantes negativas de Juan Carlos Osorio y Ricardo Gareca, hoy timoneles de México y Perú, respectivamente, también sufrimos. La Fedefútbol se la jugó con el soñador y bienintencionado Paulo Wanchope, quien quiso convertir a la Sele en un equipo que no es: audaz y ofensivo. Desbarató la línea de cinco, probó con dos delanteros y el resultado fue el fiasco en Copa Oro (eliminado sin ganar un solo juego).
Empero, aquí cabe el refrán “no hay mal que por bien no venga”. Después de pelearse con un diminuto oficial de seguridad en Panamá, un patriótico Chope cedió su lugar al clon de Pinto en lo táctico (porque en personalidad es muy diferente, menos explosivo): Óscar Ramírez, quien sabe ganarse a los jugadores ticos sin por ello perder autoridad.
Así, la utopía cedió ante el pragmatismo, y otra vez jugamos a la defensiva, como en Italia 90 y Brasil 2014. ¿Qué nos importan las críticas? A Italia le vale un rábano que le cuestionen el catenaccio, porque tiene cuatro títulos mundiales. A Uruguay le dan risa los detractores de la garra charrúa, porque ya fue campeón dos veces. Y a Costa Rica le debería valer un pepino que le reprochen en cadenas internacionales por su supuesto fútbol “amarrete”. Seguramente, es envidia de algunos comentaristas por llegar a cuartos de final en un país ajeno. Y, encima, invicta.
Desde la cima del Grupo 2, esas críticas lo que dan es risa.