¿Será que los costarricenses apasionados por el fútbol tenemos las yemas de los dedos resecas, agrietadas o descarnadas? Planteo esta pregunta porque es evidente que nos cuesta pasar las páginas en las que están escritas historias que pertenecen al pasado del balompié tico.
Menciono primero el caso del Mundial de Fútbol Italia 1990, el primero al que clasificamos y en el que le ganamos a Escocia y Suecia y caímos ante Brasil y Checoslovaquia. Una participación honrosa tratándose de nuestro debut en este tipo de certámenes. Pero luego nos empalagamos durante años con esas mieles del triunfo y llegamos a cansar con aquella fiesta que elevamos casi al nivel de epopeya griega.
Otra fecha inolvidable y que la semana pasada se prestó para demagogia y populismo deportivo: 16 de junio del 2001. El eterno Aztecazo, como se bautizó al juego que la Selección de Costa Rica le ganó a la de México en el Estadio Azteca, con goles de Rolando Fonseca y Hernán Medford. Cierto que algún sector de la prensa deportiva alimentó las ilusiones, pero ¿no creen que ya de por sí muchos estábamos soñando y que además ya estamos muy grandecitos para andar buscando culpables en lugar de responsabilizarnos por nuestras pasiones y actitudes?
Luego vino el Mundial de Clubes Japón 2005, cuando Saprissa ganó el tercer lugar ante el Al-Ittihad de Arabia Saudí. A partir de entonces los morados no hemos parado de rememorar ese logro, en tanto que aficionados de otros equipos tratan de restarle méritos.
Imposible pasar por alto el 22 de marzo del 2013, cuando el seleccionado de Estados Unidos nos derrotó 1-0 en una cancha cubierta de nieve, la del estadio Dick's Sporting Goods Park, en Denver Colorado. La temperatura durante el encuentro -parte de la hexagonal final de Concacaf rumbo al Mundial Brasil 2014- fue de menos cuatro grados. Ese episodio ha sido manipulado al máximo para sentirnos víctimas, mártires o -palabra que nos gusta a los ticos- pobrecitos.
La página más reciente es el mundial jugado en tierras brasileñas en el 2014. De esa experiencia conservamos dos obsesiones: haber llegado a cuartos de final y la posterior telenovela en torno a Jorge Luis Pinto. Ahora la afición nacional se divide entre detractores y simpatizantes de este director técnico colombiano.
Ocurre como con el TLC con Estados Unidos: 10 años después hay gente que no termina de pasar la página.
Como dice una amiga mía: ¡Qué cansado!