Hay partidos que no acaban. La verdad, muchos. Siguen ahí, en la cancha de las ideas, los recuerdos, las recriminaciones y los júbilos.
Le pasa por igual al mejenguero, al de Primera y al de las otras galaxias. Las ocasiones falladas terminan en gol, a la hora del repaso mirando al techo, cabeza sobre la almohada. Los balones que se escabullen entre los guantes son aprisionados. La falta infantil purgada con tarjeta roja es evitada a tiempo. Si hubiera... si hubiera esto o lo otro...
Hasta Cristiano Ronaldo repasa el penal fallado ayer. Aunque podría servirle de consuelo la victoria merengue, incluido un gol suyo, ni él se salva de los repasos. Un jugador que de 10 penales anota 10 y corre el riesgo (matemático) de fallar cuando va por 12, no olvida con el pitazo final el remate malogrado.
Cuántas veces Dexter Lewis habrá majado el balón con total propiedad, con la técnica perfecta para hacer pasar de largo al delantero universitario, en lugar de ese regalo de último minuto, que privó de la victoria a la Liga. Cuántas veces Danny Carvajal habrá metido bien el cuerpo a la pelota que se coló algún día bajo su axila.
Los partidos se extienden más allá del pitazo final, pero algunos superan lo saludable. El América-Herediano, por ejemplo, concluyó 6 a 0, pero ya debe ir por ocho goles y la cuenta seguirá subiendo si los florenses no salen de la desazón, el impacto o lo que sea que los tiene con la mirada clavada en la gramilla del Estadio Azteca.
Esa cabeza abajo retrata un poco al fútbol costarricense, que se apropia de euforias y desazones con igual facilidad. Lo evidencia Herediano, sin triunfo desde su decepcionante actuación en México, pero también la pregunta que iba de aquí para allá, en el bar como en la sala de redacción: ¿será ese el nivel del fútbol tico?
Para responder, habría que preguntarse primero de cuál fútbol tico hablamos: ¿el de selección, con jugadores que sin lugar a dudas están un peldaño arriba gracias al roce internacional? ¿O el fútbol tico humillado por un América con muy pocos mexicanos?
En cualquier caso, ni el 1 a 0 de la Sele ante Italia o el 6 a 0 de Herediano en México son la medida exacta. Solo la constancia en los resultados sirve como medida. Así, a los heredianos y a la afición en general les caería bien pasar la página, antes de que el marcador se ponga 10-0.