Perder la final ante Herediano sumió a Alajuelense en un estado de nervios del que no se salva ni su presidente, Raúl Pinto, el rostro visible del caos imperante en la casa eriza.
Lo que parecía un tema estrictamente futbolístico, es decir, la incapacidad de su técnico para descifrar el planteo de Medford en dos juegos, dio paso a una crisis administrativa.
La primera muestra de que la cabeza manuda andaba perturbada fue la baja deshonrosa dada a Jonathan McDonald, a quien separaron, no liquidaron y sumieron en un limbo.
Pero la cosa no se quedó ahí y empeoró a medida que pasaba el tiempo: primero confirmaron a Delgado en el cargo y después le pidieron un informe. ¿No era mejor hacerlo a la inversa?
Luego el jerarca anunció a la prensa que Javier se iba de viaje en busca de jugadores que se ajustaran al presupuesto y a la idea futbolística, mas, en realidad, lo que se cocinaba era su despido.
En un ejercicio de rigor periodístico, un medio televisivo dio con la noticia y la reventó, aunque después salió don Raúl a confundir e insinuar que Javier se iba de esa manera por culpa de la prensa que había destapado el caso. ¿Y entonces?
La dirigencia de Alajuelense se apeó a Delgado al más alto nivel tecnológico de la era digital, pero a contrapelo de los códigos de honor: con un WhatsApp enviado la noche del martes, antitos de las 7 p. m. pues, qué carajo, para eso vivimos en el siglo XXI.
Todo este papelón se lo habrían ahorrado si respetaran un viejo código del fútbol venido a menos en estos tiempos, la honorabilidad, es decir, llamar al entrenador, decirle de frente que no lo querían por su incapacidad para ganar un título y después despedirlo.
Y en medio de esta historia de encuentros y desencuentros, faltas al honor y a la verdad, aparece el bueno de José Giacone, técnico revelación, empotrado en el banquillo manudo.
Qué injusto porque asume salpicado por un pésimo manejo de un tema ético y de valores, cuando por méritos se merecía la oportunidad de llegar a un grande ungido por la transparencia.
Uno se pregunta: ¿con qué seguridad trabajará el argentino? A como anda la dirigencia de la Liga, es capaz que pierde los tres primeros partidos en fila y antes de que caiga la noche le ponen “un WhatsApp”.