La Liga dependerá de su capacidad de impacto en la red para arrimarse a la final de la Concachampions . Parece probable para un equipo que en el Verano se sació dos veces ante Cartaginés y Belén en casa con seis gritos de gol, en una demostración contundente.
Pero pretender hacerle tres goles a un elenco que es letal en contraataque, se parece mucho a ir de pesca en un bote inflable en aguas infestadas de tiburones.
El Impact de Montreal es de esos oncenos que los puristas del fútbol llaman “largos”, es decir, que elaboran poco con el balón, presionan, aseguran la pelota y en un par de pases están en el área de enfrente para montar el preámbulo del gol.
Lo padeció Alajuelense en dos lances del partido en Canadá que terminaron en anotación y pudo ser peor si Dexter Lewis no hubiese apelado a sus reflejos para dejar en simple peligro tres jugadas con destino de red.
Los canadienses tienen dos puñales filosos en ataque: Dominic Oduro e Ignacio Piatti. El primero es un Garrincha negro y veloz, inmarcable, con una fijación obsesiva para proponer el uno a uno sobre el costado e imponerse siempre.
Piatti se parece más a los viejos punteros argentinos en la década de los 70, como Daniel Bertoni o el René el Loco Houseman, con pique, freno y contrapique enriquecido con diagonales y gambetas camino al arco de enfrente.
Esos dos futbolistas se bastaron para enloquecer a Porfirio, Kenner, Salvatierra, Johnny Acosta y Ariel Soto, aquella noche en que Alajuelense se alejó del equipo histórico y dueño del corazón de medio país para asemejarse a un aprendiz inocente, desprovisto de rodaje internacional.
El Estadio Morera Soto debe ser la fortaleza que cobije a la Liga para acortar ese 2-0 en contra cuando el partido sea menor de edad.
Después, el pueblo rojinegro tiene que aupar la remontada con ese coro de miles de gargantas inmunes a la desventura.
Para tejer la noche soñada se requieren respuestas futbolistas y el equipo las tiene en el banquillo y en la cancha.
No importa si Oduro y Piatti desequilibran todo lo que tocan. Lo importante es aislar al hombre que los lanza con ventaja para que no reciba nunca o, al menos, atenuarle su precisión. Ahí se requiere blindar más a Ariel Rodríguez.
El candidato puede ser Gabas, potenciado ahora como un futbolista más completo, que cumple igual como volante por la izquierda, mixto o enganche.
Tampoco desmerece la posibilidad de darle un rol protagónico a Álvaro Sánchez, cuya zurda educada puede ser la llave que borde la gran noche.
En ataque estamos claros. Ramírez quiere juntar al Caya y a McDonald, con Venegas rondándoles en función periférica porque aun no está claro cuán sólidos son Cabrera, Ciman, Donadel, Reo-Cocker y Soumare en el fondo.
Necesitamos a una Liga de alto impacto para llegar a la final.