La sanción de Román Villalobos por dopaje vino a reafirmar lo que ya se vaticinaba desde la multiplicación de las notificaciones por resultados adversos: el 2013 es, desde ayer, el peor año en la historia del ciclismo costarricense.
Desde que en abril anterior se hicieron oficiales los rumores de dopaje en la pasada Vuelta a Costa Rica, los golpes a la disciplina no hicieron más que aflorar con la llegada de nuevos casos.
A Steven Villalobos, Paulo Vargas, Pablo Mudarra y Allan Morales –como los ruteros notificados tras el giro tico– se sumó esta semana el caso de Marco Salas, conocido desde hace algunas semanas de manera extraoficial y ahora confirmado como el quinto positivo de una carrera para el olvido.
Román, el gran representante del esfuerzo tico en una edición demasiado marcada por el poderío colombiano, se salvó de la mancha tras la prueba tica pero cayó en Chile, justo cuando realizaba las bases de lo que prometía ser una fructífera carrera sobre los pedales.
Cayó sobre lo que él defiende fue un acto de ignorancia mezclado con inocencia, pero que la Organización Regional Antidopaje (a cargo de su caso) calificó simple y fríamente como negligente.
Su castigo, que aseguró no comparte y por lo tanto lo someterá a apelación, vino a reafirmar el primero de esos nuevos hitos del dopaje en el país, porque nunca antes seis ruteros habían sido sancionados en una misma temporada.
La marca la tenía aquel oscuro 2003, cuando fueron cinco los pedalistas involucrados en una comentada investigación por dopaje, todos producto de controles en la Vuelta a Costa Rica.
El otro hito. Pero ese no fue el único “récord” que el dopaje se llevará del 2013. La histórica sanción de Steven Villalobos también quedará para el recuerdo como la más fuerte que cualquier atleta costarricense ha recibido en su historia.
Esos 12 años que el ganador de la última etapa del pasado giro estará alejado del deporte serán también el recuerdo perenne de una carrera a la que el dopaje puso fin muy pronto, apenas con 26 años, de los cuales ya se había cobrado dos algunos meses antes.
Con Román Villalobos y Pablo Mudarra también se pone en espera la carrera de dos de las mayores promesas que tenía el pelotón tico, con todos los demás se manchan trayectorias de hombres que ya habían librado muchas batallas sin ninguna mancha.
Todo eso pasó en ocho meses, los más nefastos y convulsos que el pequeño ciclismo costarricense ha vivido en toda su historia.