Puntarenas
El deporte no era aliado de Josué González cuando era niño, y conocía poco -o nada- de ciclismo, pero por una acertada decisión se terminó enamorando de los pedales.
Cuando tenía 12 años se cansó de ser el "gordito" de la clase, y a esa corta edad, y con la ayuda de sus papás, empezó a cambiar su vida.
Por la influencia de un primo, su primera cita con el deporte se dio en el triatlón, pero fue con el único objetivo de bajar de peso. Lo mejor vendría después.
"Me acomplejaba mucho, y por eso fue que empecé a practicar triatlón, porque estaba aburrido de ser el gordito. No me gustaba", comenta González.
Fueron casi cinco años haciendo carreras de triatlón, y de las tres disciplinas (atletismo, natación y ciclismo) con la bicicleta se desenvolvía mejor.
"Poco a poco me empecé a meter de lleno en el triatlón y mi papá me llevó a una carrera de ciclismo, como preparación, y la verdad que me gustó mucho".
Esa competencia siempre quedará en la retina de González, pues no tenía idea de cómo debía correr.
"Era un circuito en Santa Ana, y faltando media vuelta para que terminara, veía que todos se iban y se iban, pero yo no sabía nada, no entendía. Eramos dos categorías, y un corredor de otra categoría me dijo que qué estaba haciendo ahí, si ya los otros estaban esprintando. Entonces empecé a darle duro y quedé de tercero, a pesar de que me habían sacado ventaja antes", recuerda entre risas.
Sin duda, ese fue el momento clave para que este vecino de Cacique de Alajuela tomara otra determinación a su corta edad.
Con 17 años se inclinó por el ciclismo, específicamente con el Comité de Deportes de su provincia. Después pasó a Interfin Banex Pensiones, llamado también IBP Pensiones. Luego tuvo una oportunidad de ir a probar suerte en España, y volvió para fichar por el Citi Economy Blue (hoy Coopenae Movistar Economy).
Sin darse cuenta, pero aumentado su pasión día a día, se convirtió en un atleta profesional que hoy lo tiene en disputa de su primera Vuelta a Costa Rica.
Pero para eso tuvo que sortear dificultades que por momentos lo hicieron dudar. La primera de esas fue irse a España.
Josué tomó la oportunidad, pero su inmadurez no le permitió aprovechar el momento, y le pasó la factura meses después, cuando volvió al país.
"No tenía la madurez y la experiencia, no sabía como entrenarme yo mismo. Tal vez si hubiera tenido alguien que me guiara, un entrenador o algo así, me hubiera ayudado más. Ahí se sufre".
"Esa experiencia me golpeó mucho, porque después de eso vine un poco desmotivado, ya no quería más. Creo que eso influyó en que los años siguientes no andaba tan bien como debi haber andado, practicaba ciclismo solo por practicarlo, tome como un hobbie", reconoce este estudiante de Administración Aduanera.
Fue en ese momento donde aparecieron Daniel Muñiz, y Dax Jaikel, dueños del equipo.
"Cuando estuve un poco descarriado, ellos me dijeron que me tenía que poner las pilas o ya no seguía en el equipo. Definitivamente ese regaño me ayudó a cambiar mi forma de pensar, y después de eso fue que empecé a andar mejor".
Ese momento marcó la carrera de González, tanto o más como lo hizo la pasantía en España.
"El 2010 fue un año en el que no le ponía ganas a entrenar, y a principios de 2011 me jalaron las orejas, entonces le puse a entrenar más y mejor, y vine en ascenso".
González ayudó en ese año a que su equipo ganara la Vuelta con José Adrián Bonilla. Fue un peón de lujo, se dio cuenta que podía llegar a ser alguien en el ciclismo... pero la vida le tenía otro reto.
Durante el circuito presidente de esa Vuelta, utilizó una crema y tuvo un resultado adverso por Neobol, por lo que fue suspendido durante dos años. El pedalista siempre se declaró inocente.
"Fue un golpe durísimo, no me lo creía, pensé que era una broma. Durante ese tiempo fue complicado porque solo hacía carreras de un día, cortas, y no es lo mismo. Por ratos me sentía decaído, pensar que era una injusticia pero siempre tuve mucho apoyo", recordó.
Tuvo que perderse dos Vueltas, y eso lo utilizó como combustible para volver lo más fuerte posible.
"Todo eso me motivó para hacer las cosas bien y hacer valer todo el esfuerzo, no para demostrarle nada a nadie, sino demostrarse a uno mismo que todo eso tiene sus frutos".
El líder de la edición 50 de la Vuelta supo sacar provecho de sus circunstancias, y ahora recuerda con una sonrisa, como ese niño con sobrepeso pasó a ser un pedalista profesional decidido a dejarse la camiseta amarilla.