A finales de la década de los 80, un caso de dopaje sacudió a la élite del ciclismo costarricense.
Fue en diciembre de 1987. El ciclista oriundo de Pérez Zeledón Juan de Dios Castillo (ganador de una Vuelta a Costa Rica) y su colega Carlos Palacios fueron expulsados de esa competición a pocas etapas de concluirla.
Los “capos” del equipo Agencias Ricardo Céspedes llevaban más de siete minutos de ventaja sobre los demás corredores y eso prácticamente le aseguraba el título a alguno de ellos.
Sin embargo, durante controles antidopaje ambos dieron positivo con estimulantes prohibidos. Por eso tuvieron que abandonar la carrera. Un día antes se había presentando el primer caso de dopaje en Costa Rica.
El pedalista Alonso Aguilar, del equipo Camarasa, dio positivo también con un estimulante.
Desde entonces, los controles de dopaje en nuestro país intentaron profesionalizarse.
En aquella ocasión, los ciclistas que dieron positivo se mostraron dolidos con los resultados y dijeron que eran inocentes.
“No se cumplió ninguno de los estándares internacionales, que yo conocía bien porque había corrido en Europa.
“Nos pusieron a orinar en frascos de Gerber que hasta tenían la etiqueta. El reglamento exigía tres frascos para tener contramuestras”, cita Juan de Dios Castillo en una publicación de La Nación el 4 de octubre del 2007, cuando casi se cumplían 20 años de los primeros casos de dopaje en Costa Rica.
“Al final tuvimos que dar la muestra porque nos amenazaron con expulsarnos”, concluyó.