José Néstor Pekerman no fue un jugador brillante; sin embargo, el fútbol siempre ofrece revanchas para quienes lo respetan.
Una lesión de ligamentos mandó al retiro a un jugador más o menos; en retribución, entregó un estratega de fina mano.
Pekerman también fue taxista en algún momento, pero en su ADN picaba una pelota de fútbol; bueno..., no se puede hacer nada cuando la vocación llama.
El técnico recaló en Colombia no con tan buenos augurios, ni con el consenso de todos.
Pekerman tomó el testigo de Leonel Álvarez, luego de tropezar ante Argentina en Barranquilla, la sede que terminó como el fortín de los cafeteros en la siempre bravísima eliminatoria de América del Sur.
Con el argentino en el banco, los colombianos ganaron cinco de seis compromisos para encauzar su clasificación en el carril de tránsito rápido.
La buena mano del argentino, tomó a un grupo de muy buenos jugadores y lo transformó en una selección respetable, de cuidado y atendible.
Como buen líder , supo potenciar fortalezas, minimizar debilidades y señalar el camino común.
El equipo de José arribó a cimas nuevas; lo hizo de tal forma que la FIFA lo señaló como cabeza de serie para el Mundial brasileño, sobre seleccionados de mayores blasones.
La buena labor del argentino fue reconocida: por segundo año consecutivo, periodistas de las Américas lo nombraron como el mejor del continente, en la tradicional votación auspiciada por diario El País de Uruguay.
Su palmarés presenta tres títulos mundiales de menores con Argentina, a la que dirigió en Alemania 2006 , su borronazo: llegó hasta cuartos de finales, se fue por penales ante la anfitriona, en un día que se dejó a Leo Messi en el banco.