No hay lugar para dudas, la noche del 22 de marzo marcó un antes y un después en el camino mundialista de la Selección Nacional.
Después de rescatar un empate en Panamá (2-2), el equipo de Jorge Luis Pinto sabía que la obligación era puntuar en casa de Estados Unidos para no dejar escapar a los rivales directos en la lucha por los primeros puestos.
Sin embargo, nadie imaginó las condiciones en las que el árbitro salvadoreño Joel Aguilar permitió que se jugara el cotejo.
Una intensa nevada copó la gramilla del Dick’s Sporting Goods Park, en Denver, y transformó un partido eliminatorio en una verdadera mejenga.
A pesar de amagar en un par de ocasiones con la suspensión, el cuscatleco se retrató de cuerpo entero al considerar que el fútbol aún era posible en aquella cancha.
Tampoco le dio importancia al hecho de que personas ajenas al espectáculo ingresaran al terreno para recordar aproximadamente dónde estaban las líneas de juego.
En estas circunstancias, Clint Dempsey anotó el solitario gol que le dio a los norteamericanos su primer triunfo en la hexagonal.
Fueron esas mismas circunstancias las que lograron unir a la afición y el equipo tico con el único objetivo de estar en Brasil.
Negar que todos anhelaban que llegara el 6 de setiembre para tomar revancha contra los estadounidenses era algo imposible.
Pero antes había cuatro compromisos igual de importantes y la Selección no tenía más opción que cosechar resultados positivos.
Así lo hizo: en un rali espectacular se anotó diez de los 12 puntos que disputó, con victorias ante Jamaica,Honduras y Panamá, además de un empate con sabor a gloria frente a México en el Azteca.
Con la hexagonal por la mitad y un equipo que tenía las mejores sensaciones, gracias al trabajo de Jorge Luis Pinto y los renovados votos con la afición, parecía imposible perderse otro Mundial.