Ottmar Hitzfeld tiene expresión tan circunspecta que uno lo matricula, sin conocerlo, en la escuela de los estrictos.
Parece diseñado en el mismo molde de Rinus Michels –técnico de la Holanda de 1974–, quien fue conocido como el Sargento; tiene pinta de que lo cortó misma tijera de Giovanni Trapattoni, a quien Franz Beckenbauer contrató para que disciplinara al Bayern Múnich (saque cuentas de la mano pesada del Trap).
A sus 65 años, Hitzfeld presenta una carrera tachonada de muchos logros y con una jubilación en el futuro inmediato: ya quiere descansar.
En diciembre pasado se anunció que el bosnio Vladimir Petkovic, hoy con Lazio de Italia, será su sucesor en el cargo.
Presencia. Los seis títulos en la Bundesliga y sus dos cetros en Champions League –una con el Dortmun; otra con el Bayern– hablan de que tener Hitzfeld como profe (para decirlo en modo futbolero tico) es un lujo.
Así lo entendió el entorno helvético en el 2008, cuando fue el escogido para tomar las riendas del banco suizo.
Un detalle nada menor: sus jugadores confían en él a ciegas y todos sabemos lo que hace la buena relación entre empleados y jefe.
“Es ambicioso y capaz de conseguir éxitos”, declaró el exdelantero de Suiza Stéphane Chapuisat, quien lo tuvo en el Dortmund.
“Mantiene una buena relación con sus jugadores, uno de sus puntos fuertes es saber tratar a cada deportista”, añadió.
Uno de los técnicos más ganadores de la historia, combina su olfato del juego con su enorme conocimiento de las tácticas y su habilidad para mantener el espíritu de combate en sus pupilos.
Un detalle último: a Hitzfeld le dicen Der General (el General).