Salvador, Brasil. Odio el Mundial. ¡El sufrimiento es insoportable! En todos los partidos de la Sele comencé lleno de ilusión y muy emocionado, pensando: ‘Ay, qué dicha, partido de Costa Rica contra un grande’ y al final terminé casi sin pulso, pidiéndole al cielo por que adelantara el reloj y con los dedos rotos de agarrarme a la mesa como si estuviera temblando.
De vuelta me llevo gastritis, colitis, migraña eterna y más peso.
Aunque, bueno, la verdad no lo odio. Tal vez solo me sacó de quicio en este último partido.
Y no es porque la Tricolor haya perdido ayer una posibilidad única en su historia, sino porque Holanda no se equivocó nunca. ¿Era mucho pedir que algún defensa se resbalara antes de despejar ? ¿Era mucho pedir que alguno de los penales no fuera perfecto?
De vuelta me llevo la lección de que no hay justicia en el fútbol y que los merecimientos no existen.
Pensándolo bien, creo que sí me agrada un poquito. El orgullo que se siente al ver la bandera del país colgando en un estadio o escuchar el Himno Nacional a kilómetros de distancia es un sentimiento que hay que vivirlo para saber qué es.
De vuelta me llevo el estar convencido de que no cambiaría haber nacido en Costa Rica por absolutamente nada del mundo.
La verdad, a quién engaño. El Mundial es algo que no tiene comparación. Lástima que es cada cuatro años porque es increíblemente apasionante y es capaz de unir a pueblos como ninguna otra actividad en el mundo , tal y como pasó con los 4,5 millones de ciudadanos ticos que hoy son más vecinos, más amigos, más hermanos.
De vuelta me llevo la mejor experiencia de una vida y las ganas de que ya sea Rusia 2018.
Desde La Grada es un espacio en el que se pretende dar voz a los deportistas, para que digan lo que quieran, cómo quieran y cuánto quieran, con la intención de conocer aspectos de la historia de su vida, sin filtros ni intermediarios.
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