Marc Wilmots entiende de Mundiales; no en balde, asistió a cuatro al hilo, de 1990 al 2002 (aunque en el primero no jugó).
El Toro, su santo y seña cuando jugaba, fue el encargado de regresar a Bélgica a la gran carpa mundialista. Los belgas no decían presente en una justa de este tipo desde el 2002, precisamente la última de su ahora director técnico.
Por cierto, en su última Copa fue uno de los postulados al Balón de Oro, que premia al mejor jugador.
En ese mismo torneo, en los octavos de final, le anotó un gol a Brasil , injustamente anulado, que hubiese significado el 1-0 para Bélgica antes del descanso. La Verdeamarela finalmente ganó 2-0.
Presente. Wilmots se encontró con una camada de jóvenes y talentosísimos jugadores –la” generación de Pekín 2008”– a quienes supo moldear, llevar y explotar.
Los frutos del trabajo se vieron con el regreso a la Copa del Mundo; pero, sobre todo, con la forma cómo volvieron: con una eliminatoria impecable (ganó ocho juegos, empató dos, 26 puntos, 18 goles a favor y cuatro en contra), le sacó nueve puntos de distancia a Croacia y se ganó el carné de cabeza de serie, por su treponazo en el ranquin FIFA.
Ojo al dato: en su último juego de clasificación, Wilmots presentó un equipo en el que solo tres jugadores superaban los 25 años.
El futuro inmediato se ve brillante para Bélgica y como lo bueno no se cambia, Marc Wilmots seguirá al frente de sus muchachos hasta el 2018.