En una noche de brillante luna, la afición renovó sus votos de comunión con la Selección Nacional.
El pasaje vivido el viernes anterior, en Denver, provocó que un país entero apelara al nacionalismo para apoyar al equipo de todos en el juego de anoche frente a Jamaica.
Desde Esparza, Upala, San Ramón, Miramar y Puriscal, entre otros, las camisetas rojas arribaron desde temprano a las inmediaciones del Estadio Nacional, que como pocas veces, demostró un fuerte ambiente de efusividad.
“Vengo de Puriscal con mi hijo. Llegamos a las 4:30 p.m. para apoyar con fuerza a la Selección”, expresó Gerardo Mora, un pensionado de 66 años.
Mientras que Mora aguardaba sentado en las afueras del Nacional, las filas de aficionados se hacían cada vez más grandes.
Entre la multitud estaban Rodrigo, Rodolfo y Carlos Ramírez, tres amigos de Miramar de Puntarenas, quienes se vistieron de rojo de arriba a abajo.
”Queremos hacerle sentir a la Selección nuestro apoyo. Llegamos temprano para 'matizar' el ambiente” declaró Rodrigo.
Si bien, media hora después de abiertas las puertas del estadio no había mucha gente dentro del inmueble, a las 6 p.m. ya las graderías comenzaron a teñirse de rojo.
No obstante, la explosión de camisetas de la Sele se dio una hora antes del juego, cuando el estadio tomó el verdadero ambiente de encuentro premundialista.
“Venimos 16 personas desde Esparza. Somos los mismos que fuimos a Panamá (empate 2-2); hoy tengo la fe de que vamos a ganar”, manifestó Jimmy Solís, un asistente de ingeniería de la Municipalidad de Esparza.
Solís fue una de las 32.500 personas -cantidad de entradas vendidas- que anoche a las 7:30 p.m. ya tenían la estructura que sirve de casa de la Tricolor abarrotada.
Además, con la Selección en la gramilla haciendo los ejercicios de calentamiento, el bullicio fue ensordecedor y entonces sí, empezó la fiesta del futbol.
Anoche, con una luna veraniega, la afición comulgó de nuevo con el equipo de Jorge Luis Pinto, herido en su orgullo por un viernes en que jugó bajo una nevada.