Los guantes no estaban en la mochila que llevaba al colegio el nuevo técnico rojinegro, Hernán Torres Oliveros, pero el destino lo llevó casi por casualidad a la portería, a ganarse el mote de la Araña, a defender el arco de Colombia.
Desde ahí, bajo los tres tubos, empezó a ver la amplitud de la cancha, se aventuró unos metros hacia adelante y enriqueció esa capacidad para analizar el juego, los movimientos del equipo, la táctica y estrategia, mientras llegaba la hora de intervenir con una lanzada; mientras llegaban los insospechados años como técnico. Es la historia del hoy estratega alajuelense, según describe la semblanza publicada hace seis meses por el diario colombiano El Tiempo, justo cuando Hernán Torres disputaba la final cafetera al mando del Independiente de Medellín. Este es un extracto de la historia publicada entonces y hoy cedida a La Nación por el periodista colombiano Andrés Felipe Víveros:
Los guantes "escasamente se los alcanzaba a observar a su compañero del Colegio San Simón, donde estudió Hernán Torres Oliveros en Ibagué. En cambio, sus guayos y canilleras eran parte esencial de su armario y ocupaban un lugar especial. Pero una tarde, de esas calurosas que hacen en esa ciudad, el arquero no llegó –muchos años después, todavía se desconoce el motivo– y el turno fue para Torres, quien jugaba como puntero izquierdo y que del arco solo sabía que allí había que meter los balones, no evitar que entraran.
"El profesor de educación física me puso a mí porque era el más alto, y luego me gustaron el arco, las voladas que me hice, y desde ahí me dediqué a eso", cuenta con una risa sobre una historia ocurrida cuando tenía entre 12 y 13 años –no recuerda con exactitud–.
El actual técnico siempre ha estado muy agradecido con esa ausencia del arquero, pues desde ese instante los guantes señalaron su camino al éxito en la portería. Una casualidad, complementada por el talento, fue el pilar para que Torres Oliveros, ahora con 53 años, figurara en una ingrata y riesgosa posición.
De joven se cansó de ganar títulos municipales y departamentales con su colegio, y por eso la selección Tolima fue el siguiente paso. Allí, su desempeño fue superlativo, por eso llegaría la otra escala, la selección de Colombia. Con el equipo nacional su pasaporte se llenó de sellos.
Un niño llega al Deportes Tolima. Si en Ibagué se preguntaba por un arquero, de inmediato el nombre de Hernán Torres hacía eco, sin importar que fuera en un campo abierto, como un estadio de fútbol, o la cancha más humilde. Ese ruido llegó a los directivos del equipo pijao (Tolima).
"Fui llamado por Germán Castellanos (exjugador y extécnico de las divisiones inferiores del Tolima) y ahí quedé, tenía 16 años", expresó Torres mientras se acomodaba en su casa luego de llegar de un entrenamiento con los 'poderosos'.
Y los méritos de Torres no son pocos, pues nunca tuvo un entrenamiento especializado en la portería.
"Mi formación se dio en la escuela del San Simón. En esa época no era como ahora, no había escuelas de fútbol", cuenta Torres, casado con Mónica, con quien tiene una hija, María Camila.
Pero consolidarse no fue fácil, y aun con el paso del tiempo hay una situación que no olvida y que le ha servido para aplicar como estratega y director de grupo: "En la pretemporada del Tolima no había arqueros, yo la hacía toda; y cuando iba a comenzar el torneo pensaba: 'Bueno, voy a empezar tapando', y llegaba el dueño del equipo y ponía un arquero uruguayo y él tapaba, imagínese cómo se sentía uno. El uruguayo se bajaba del avión el sábado y el domingo tapaba, por eso trato de ser lo más justo en el momento de alinear a un portero, porque lo viví en carne propia", expresa el entrenador sin ocultar su frustración por aquella injusticia.
Y como un rebote en el área chica a un delantero le cayó la pregunta a Torres sobre un hecho que aparece registrado por todo lado, el 8-1 que Deportivo Cali les hizo, en el estadio Pascual Guerrero, a los tolimenses, el 27 de septiembre de 1987. Ese día fue relevado para el segundo tiempo. Había recibido cuatro tantos del delantero chileno Jorge Mortero Aravena. Sin embargo, Torres tiene un complemento de esa historia que se quedó en los archivos sin ser revelada, pero que él quiere desempolvar.
"Yo tuve la vivencia de ese partido contra Cali, pero luego volví a enfrentar a Aravena con el Deportes Quindío, al año siguiente, y ahí no me hizo ningún gol, no me pudo hacer gol, esa fue mi revancha, que nadie la conoce", evoca con insistencia. Y sigue su relato: "Dicen que me hizo cuatro goles, pero no recuerdan que fui figura en la victoria contra Cali, le saqué varios tiros libres en ese partido, que jugamos en Armenia".
El cuento aún no termina. Torres, como futbolista en contragolpe, siguió su relato: "(Armando) el Piripi Osma le decía: 'Tirale, que a ese le hiciste cuatro goles el año pasado'. Me pateó bastante y no convirtió; esas palabras de Piripi me motivaron más, claro que cuando me lo encontré en el primer tiro libre, me puso a pensar si me iba a hacer el gol. Un técnico chileno que me encontré en los Panamericanos de Indianápolis me dijo que no le pusiera barrera. Yo le hice caso: no convirtió y luego me tomé confianza", exclamó Torres, que, como jugador, pasó por Deportes Tolima, Deportes Quindío, Pereira, Atlético Nacional (donde no jugó un solo minuto), Atlético Huila, Independiente de Medellín, Once Caldas, Millonarios y en la B con Bello, Lanceros y Cooperamos Tolima, este último el club de su retiro, en 1988.
Sus inicios como entrenador. Hernán Torres, el mayor de cuatro hermanos, tenía claro cuando se retiró que quería seguir en el fútbol, pero no como técnico. "Mi ilusión era ser un buen entrenador de arqueros, era lo que yo pensaba y vi que tenía vocación para ser técnico, y ahora soy feliz con el cargo que tengo", confesó el estratega, que sacó campeón a Millonarios luego de 24 años, hasta ahora, su único título como DT.
Y comenzó a ocupar ese cargo en el Tolima, hasta que en su camino se apareció Miguel Augusto Prince, de quien fue asistente, entre 2000 y 2006, en Tolima, Pasto y Millonarios. "Prince me decía que iba a ser técnico y yo le respondía que no, que eso era muy duro. Y él me decía que para ser un buen número uno había que ser un excelente número dos, y que yo lo era. Tengo la escuela de Prince, siempre me estuvo incentivando y motivando, y muy agradecido con todo lo que ha hecho para mi madurez para ser técnico de fútbol", se refirió sobre el otro finalista del fútbol colombiano, pero de la B, con Deportes Quindío.
Tanta fue la influencia, que decidió estudiar en la Escuela Nacional del Deporte, en Cali.