¿Tiene un hijo adolescente con problemas de sobrepeso y no sabe cómo hacerlo bajar para mantener su salud?
Nutricionistas y expertos en salud pública señalan que una de las peores estrategias, pero también una de las más comunes, es hacer hincapié en las calorías que tiene cada comida que ellos ingieren, aunque lo hagan refiriéndose a las comidas más grasosas, azucaradas y sin nutrientes.
Un estudio de la Escuela de Salud Pública de la Universidad John Hopkins, en Estados Unidos, señaló que los jóvenes no tienen como un referente importante las calorías, pero cuando se les explica, por ejemplo, que las calorías de medio litro de gaseosa requieren de al menos 45 minutos de ejercicio físico más intenso, podría entenderse mejor.
“La gente, especialmente los adolescentes, no entiende qué significa que una gaseosa regular tenga 250 calorías; les da lo mismo que tenga 100 o 500 porque no saben qué implica”, señaló en un comunicado de prensa Sara Bleich, una de las autoras del reporte.
“Si se va a dar información de las calorías, hay una mejor forma de hacerlo. Lo que nuestro estudio halló es que hay que explicar, por ejemplo cuánto tiempo hay que trotar, o cuántas millas hay que caminar para quemar lo ingerido”, añadió la especialista.
Paso a paso. La investigación, publicada en la revista American Journal of Public Health, consistió en un experimento hecho en diferentes barrios de Baltimore (Maryland, EE. UU.), especialmente de clase media baja y baja.
Durante seis semanas, en cada localidad se instalaron cuatro señales en tiendas de comida.
Cada señal tenía el número de calorías presente en las gaseosas, jugo de frutas o bebida hidratante de 20 onzas (600 mililitros).
Posteriormente se indicaba que cada gaseosa tenía 16 cucharaditas de azúcar, 250 calorías y que se tomarían 50 minutos de correr para bajar esas calorías.
Los investigadores observaron después 3.098 compras de bebidas por parte de adolescentes entre los 12 y los 18 años, y se entrevistó al 25% de ellos para ver si habían visto o entendido las señales.
El 35% de los participantes dijo haber visto las señales, el 59% creyeron en su veracidad y el 40% dijo que la información los hizo cambiar su comportamiento.
Antes de colocar las señales, el 98% de las bebidas compradas en estos lugares eran bebidas azucaradas, luego de las seis semanas, se bajó a un 89%.
En total, el número de calorías que se compraron bajó de 203 por compra a 179, los tamaños de los envases también cambiaron, antes del estudio, el 54% compraba bebidas de más de 16 onzas, después del estudio, se bajó a 37%.
Por su parte, las ventas de agua subieron de un 1% a un 4%.
“Esta es una forma muy eficaz de que los adolescentes compren menos bebidas azucaradas; incluso el efecto continuó luego de que las señales se quitaron”, manifestó Bleich.
“Hay evidencia científica de que el alto consumo de bebidas azucaradas y la obesidad están ligados. Si se utilizan estas señales se pueden prevenir la obesidad o ayudar a reducir la obesidad o a que los adolescentes bajen de peso”, agregó.
Cautela. Algunos nutricionistas no están tan de acuerdo con esta metodología. Aseguran que, aunque sí es útil la información para evitar la obesidad o ayudar a los jóvenes a bajar de peso, esto podría poner en riesgo a otro sector de la población de la misma edad.
Estos profesionales en Nutrición alegan que decirle a un adolescente con un trastorno alimentario cuánto ejercicio debe hacer para quemar las calorías de determinada comida, puede ser contraproducente y hacerlo sobreejercitar.
“Esto no es un asunto del que ‘peca y reza empata’. Hay que tener cuidado con un sector de la población que no solo no se tomaría el refresco, sino que correría todavía más de lo indicado solo por el hecho de, o los ‘repondría’ después tomando más cantidad del refresco, o simplemente se sentiría feliz de ver cómo puede gastar más calorías”, aseveró la nutricionista costarricense Silvia Navarro.
Además, la relación de los padres con la comida es vital en cómo se maneja el peso y la salud de un adolescente.
Un estudio, publicado en la última edición de la revista JAMA Pediatrics, indica que si los padres hablan a sus hijos sobre la importancia de perder kilos, de consumir muchas calorías, de tener belleza física o de que la gordura es poco atractiva y se les presionan para bajar de peso, los menores podrían tener problemas de autoestima que podrían desencadenar en anorexia o bulimia.
“Los padres y madres que mantenían conversaciones sobre la importancia del peso con sus hijos niños o adolescentes, eran más propensos a que sus hijos hicieran dietas o tuvieran comportamientos poco saludables con la comida, como dejar de comer o darse atracones de comida”, cita el reporte.