A todos les ha pasado más de una vez. Tienen una muy buena idea, ensayan decenas de formas de decirla, pero las palabras no salen de la boca de la forma correcta, sino, todo lo contrario, y la otra persona más bien se ofende.
Es algo más común de lo que se cree y pasa tanto en el plano personal como en los negocios, según explica Marjorie North, profesora de Oratoria de la Escuela de Extensión de Harvard.
Ella está en el país para dar un seminario de Comunicación Ejecutiva organizado por la Universidad Hispanoamericana.
Aprender de las diferencias. La especialista estadounidense señala que hay cuatro escalas vitales para cualquier tipo de comunicación.
La primera escala es de dónde saca la persona energía. Hay dos tipos: introvertidos y extrovertidos.
“Un extrovertido no tiene problema para relacionarse porque le gusta hablar, pero los introvertidos podrían sentirse abrumados con los extrovertidos. En una organización una persona introvertida puede ser muy buena en trabajos individuales o redactando informes, pero no se sentirá tan cómoda hablando”, señaló North.
La segunda escala es la forma en la que la persona toma la información, que se divide en sensorial e intuitivo. Los sensoriales toman la información con sus cinco sentidos y los intuitivos utilizan más el llamado “sexto sentido”.
“En esto es importante ‘leer’ a la otra persona. Está en nuestro ADN. Todos tenemos ‘neuronas espejo’ que nos hacen ver cómo interactuamos con los otros. Los gestos, las sonrisas o risas nos hacen ver las reacciones de los demás con lo que decimos, y ahí podemos ver si tenemos que rectificar lo que decimos”, dijo North.
La tercera escala se refiere a la forma en que la gente toma decisiones, y se divide en pensador (se enfoca en hechos) y sensible (se enfoca en emociones).
“Es importante respetar las diferencias. No puedes decir ‘no puedo trabajar contigo porque eres diferente’. Si todos piensan igual, nunca se va a mejorar”.
Por último, la cuarta escala es la forma en la que la persona se maneja: hay juzgadores y perceptivos. Los primeros son sistemáticos, metódicos y les gusta planear, y los segundos son espontáneos, abiertos y flexibles y se adaptan más fácil a los cambios.
“El secreto es ver que las diferencias nos complementan en lugar de separarnos, solo hay que saber hablar y escuchar”, concluyó la especialista.