“Brincarse” el desayuno para no llegar tarde a la escuela es una fórmula utilizada en más de una familia, pero las consecuencias negativas pueden ir más allá del hambre y el dolor de estómago por falta de alimentos antes de la hora del recreo.
De acuerdo con estudios científicos, omitir la primera comida del día baja el rendimiento académico, pues al no recibirse los nutrientes necesarios, disminuye la capacidad de atención y concentración. Además, los niveles de insulina y glucosa bajan, y esto interfiere con la función intelectual, así como con la motricidad fina y gruesa.
La nutricionista costarricense Susana Campos lo explica: “El desayuno es la comida más importante y debe incluir el 25% de los nutrientes de todo el día. No comer en la mañana reduce la alerta en las primeras horas de la jornada, lo que haría que los chicos no pongan atención. Y si no desayunar se vuelve costumbre, hay más riesgo de enfermedades gástricas”.
A esto se le suma otra investigación de la Universidad de Saint George, en Londres, con 4.116 menores, que indica que quienes no desayunan tienen una posibilidad 27% mayor de desarrollar diabetes tipo 2 que quienes sí lo hacen.
El estudio indica que un desayuno diario debe contener frutas, lácteos (leche, queso), alguna harina (pan o tortilla) y proteína (huevo o jamón). Así, el riesgo de diabetes disminuye. No abuse de los cereales azucarados.
“Nada hacemos si somos muy creativos con las meriendas, pero los chicos no comen en casa; eso es lo más importante”, subrayó Susana Campos.
En los recreos. Aparte del desayuno, durante el curso lectivo los padres también deben prestar atención a las meriendas. ¿Qué pueden llevar los niños para alimentarse correctamente en los recreos? La nutricionista Gloriana Arce asegura que es necesario que los menores ingieran una merienda en la mañana y una en la tarde. “Este tiempo de comida no puede ser solo un paquete de galletas. Se debe pensar en enviarles a los niños carbohidratos como pan, tortillas, galletas o barritas de cereal; también proteínas como pollo, jamón o atún, y lácteos (leche, queso o yogur)”.
“La merienda ideal debe contener una fruta pequeña, porciones pequeñas de alguna verdura, un lácteo y algún emparedado de jamón, pavo o pollo”, añadió.
La especialista recalcó que los tamaños de las porciones varían según la edad, la estatura y el peso del menor. El tamaño de las porciones que deben consumir los niños debe ser la cuarta parte de las de un adulto.
Ejemplos de porciones pueden ser una manzana pequeña, media guayaba, una bolsa pequeña con uvas. Si va a picar fruta, hay envases en tamaño infantil que pueden ayudarle.
Además, pruebe con “palitos” pequeños de apio o de zanahoria, que son buenos acompañantes.
A los niños les gustan las formas y colores, intente hacer los emparedados de formas divertidas con la ayuda de cortadores de galletas y moldes. Varíe la preparación de alimentos; hay de siete a nueve formas de cocinar o presentar un solo alimento.