El alocado especialista no era otro que Robin Williams, uno de sus entrañables amigos. “Fue la primera vez que pude reír tras el accidente”, contó Reeve, el Superman más famoso del cine.
Uno de los métodos que utilizaba Williams para enfrentar sus adicciones era referirse a ellas usando el ropaje de la risa. En entrevistas o en sus espectáculos de stand up comedy , hablaba sobre estas. De la cocaína, por ejemplo, decía que era “la manera con que Dios te hace saber que has ganado mucho dinero”. Pero ni eso pudo alejar al intérprete de La sociedad de los poetas muertos de la depresión, lo que, según parece, fue la causa de su suicidio.
De acuerdo con la prensa, algunos problemas emocionales no resueltos desde su niñez, así como la pérdida de parte de su fortuna por sus dos divorcios, acrecentaron sus inseguridades. En una entrevista, confesó que aceptó papeles desagradables para pagar cuentas.
Hace poco, The crazy ones , la serie con la que había vuelto a la televisión, fue cancelada luego de apenas una temporada en el aire.
La depresión es un mal que no discrimina. Se estima que por cada 20 personas, una se deprime; de cada 20 con un episodio depresivo, una intenta suicidarse, y de cada 20 que intentan suicidarse, una lo logra. Los datos son, literalmente, para deprimirse. Williams quiso disfrazar su caso con una sonrisa, pero está visto que la depresión no es ninguna broma. La vergüenza de confesar que se padece es uno de sus enemigos, especialmente entre los hombres.