Cuando Abigail Ureña nació, hace 23 años, apenas superaba los siete meses de gestación en el vientre materno. Su prematuridad no era mucha, pero había dejado de crecer.
“Tenía el crecimiento de un bebé de seis meses o seis meses y medio. De alguna forma, yo no estaba recibiendo bien el alimento que mi mamá debía pasarme a la placenta. El día que llegó al hospital por una complicación relacionada con su presión arterial, más bien de una vez se le hizo cesárea de emergencia porque yo llevaba una hora de no moverme”, aseguró la joven.
Hoy, esta estudiante de Terapia Física afirma que nunca sufrió complicaciones de salud propias de su estado prematuro.
“Dicen que soy como un milagro. Estuve de tres semanas a un mes en incubadora, pero sin ventilación asistida, porque nací respirando por mí misma”, manifestó Ureña.
Pero el caso de Ureña no es el más común y a pesar de los adelantos científicos en estos años, el nacimiento de prematuros continúa siendo un reto para los profesionales en medicina.
“Lo malo es la maduración de órganos. Los órganos se forman en el primer trimestre de gestación, pero requieren de todos los meses restantes para su desarrollo, por eso son menores con más problemas respiratorios, cardíacos y de la vista en comparación con bebés de término”, indicó Carlos Torres, jefe de Neonatología del Hospital México.
“La tecnología sí ha hecho una diferencia. Cuando yo llegué aquí en 1980 más o menos, las incubadoras eran manuales, ahora no. Y ahora también hay ventiladores más sofisticados y mejor forma de dar alimentación”, añadió.
Para Torres es vital la prevención de este tipo de situaciones, para ello es necesario evitar los embarazos en la adolescencia –edad en la que se dan más casos– y asistir al control prenatal.