Basta con llegar al supermercado o pulpería para ver empaques de alimentos que nos dicen que están fortificados con ciertas vitaminas o minerales.
Sin embargo, ¿qué significa realmente la fortificación de alimentos y cómo deben consumirse estas comidas?
Hay dos tipos de fortificaciones. Por un lado, está la que por decreto del Ministerio de Salud debe hacerse en determinados alimentos; por otra, la llamada fortificación voluntaria, en la que los comerciantes buscan darle un valor agregado nutricional a sus productos.
En cualquiera de los dos casos, no deben cometerse dos errores opuestos, pero igualmente comunes: creer que un alimento fortificado sustituye una comida completa o consumir en exceso un producto, en busca de mayor cantidad de un determinado nutriente.
“Hace un tiempo se vio que era necesario aumentar los niveles de ciertos nutrientes como el ácido fólico, la vitamina A y las vitaminas del complejo B, entre otros, entonces se buscó fortificar alimentos, que todas las personas consumieran bastante y que estuvieran al alcance de todos los bolsillos”, comentó Tacsan.
Así, todo el arroz que encontramos en el comercio está fortificado con ácido fólico, selenio y vitamina B; la sal nacional se fortifica con yodo y flúor; la leche, con vitamina A, calcio, hierro y ácido fólico; el azúcar contiene añadidos de vitamina A y la harina está fortificada con hierro y ácido fólico.
“Costa Rica comenzó con un programa agresivo de fortificación de alimentos en 1996, y hemos obtenido muy buenos resultados. Por ejemplo, la anemia bajó de un 33% a un 11%; todo, gracias a los micronutrientes que les hemos añadido a los alimentos”, dijo Tacsan.
En este caso, los especialistas en nutrición recomiendan comerlos con moderación.
“Para saber cuánto tiene un producto de cierto nutriente, debemos leer la información nutricional. Si tiene más de un 10% de la recomendación diaria, se puede decir que sí es fuente de dicho nutriente; si tiene más del 20%, querrá decir que es muy buena fuente”, explicó la nutricionista Tatiana Martínez.
“Debemos ser claros en que estos productos fortificados ni son la fuente completa de un nutriente ni deben comerse en exceso; si se incurre en un exceso, más bien tendremos problemas de salud. No todo tiene por qué tener vitamina C, calcio o hierro”, agregó.
La especialista enfatizó que lo más recomendable es no comprarles a los niños productos con mucha azúcar, como galletas con relleno o con muchos ingredientes artificiales, dulces, gaseosas o refrescos azucarados. Estos productos les hacen más mal que bien.