Si usted constantemente come más de lo necesario, es posible que su cerebro genere más apetito del normal para una persona de su edad, peso, estatura y su cantidad de actividad física.
Dos estudios estadounidenses señalaron que, si alguien se siente satisfecho pero continúa comiendo y repite esta acción de forma persistente, el cerebro interpretará que la persona está bajo amenaza o viviendo alguna emergencia, por lo tanto necesitará más comida. Como resultado, ampliará el umbral del apetito y usted necesitará más comida para sentirse bien.
“Usualmente, si usted ya llegó al punto de estar satisfecho y sigue comiendo es por dos razones: o tiene mucha ansiedad, o la comida le gustó tanto que no quiere dejarla. Sin embargo, si nos extralimitamos constantemente, el cerebro hará que necesitemos más comida para que nos sintamos satisfechos, y esto podría traer efectos negativo, como obesidad, hipertensión o diabetes”, señaló William Blake, coordinador de la investigación publicada en Nutrition and Diabetes.
Señales cerebrales. El otro estudio, publicado en la revista Cell Metabolism, detectó las células responsables de que esto suceda: se llaman células NG2-glia y están ubicadas en el hipotálamo, una zona cerebral relacionada con las emociones y con la recompensa. Además, el hipotálamo es como una especie de “mercado” donde se producen algunas hormonas y moléculas que sirven distintas funciones en el tiempo.
Los científicos comparan la acción de estas nuevas células con una válvula que se activa o se cierra por hambre, pero también por emociones.
“Hace unos 20 años la ciencia descubrió que nuestro apetito es controlado por una hormona llamada leptina, que es producida por nuestras células de grasa y es la que le envía señales al cerebro cuando ya estamos satisfechos”, comentó Maia Kokoeva, coordinadora de ese estudio, en un comunicado de prensa.
“Pero hasta ahora no sabíamos cómo hacía el cerebro para detectar la leptina”, agregó.
Este descubrimiento hizo más fácil la comprensión del apetito.
“Estas células habían sido descubiertas hace 30 años, pero no se había determinado exactamente su función”, comentó en el mismo comunicado Tina Djogo, una de las investigadoras.
De acuerdo con el documento, son las células NG2-glia las que envían señales al cuerpo de que ya se está satisfecho.
Según los investigadores, si una persona continúa comiendo pese a que la leptina ya envió señales de saciedad y repite esta práctica de forma constante, el organismo podría interpretar que se está “guardando” alimento para más adelante, pero al no “quemarse” con actividad física, el umbral del apetito podría extenderse, con la consecuencia de que nuestro paladar y cerebro pidan más comida de la que el cuerpo realmente necesita.
El cerebro también reacciona de forma diferente en las personas con anorexia, pues bloquea las señales de hambre. Así lo indicó, en 2015, un estudio en la revista ‘Biological Psychiatry’.
En ese trabajo se hicieron imágenes cerebrales de 100 mujeres, la mitad con anorexia.
Las anoréxicas mostraban una respuesta baja a la recompensa, incluso cuando tenían hambre. Las mujeres sanas mostraron mayor sensibilidad a las recompensas cuando tenían hambre.