El tener una autoestima alta, gozar de unas buenas relaciones de amistad y saber tomar decisiones, aleja a los jóvenes del consumo de drogas como licor y tabaco.
Estas son algunas de las conclusiones de una evaluación realizada sobre el programa Aprendo a valerme por mí mismo , que impulsa el Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA). Este está diseñado para que lo impartan los maestros de primero a sexto grado en las escuelas.
Luego de diez años del programa, el IAFA consultó a colegiales que habían recibido la formación sobre la percepción que tenían del alcohol, el tabaco y la marihuana, y si en algún momento habían consumido estas drogas o si eran consumidores activos en ese momento.
Luego se compararon esos resultados con datos de un estudio anterior, efectuado en el 2009 a colegiales que no recibieron el programa del Iafa mientras estaban en la escuela.
Los resultados. Tras el análisis, los investigadores vieron que el consumo sí disminuía en quienes ya habían llevado el programa y, al mismo tiempo, se notaba que quienes sí consumían, habían comenzado a edades mayores.
La edad de inicio de consumo de tabaco pasó de 12,7 años en el 2009, a 13,3 años en el 2016. En el caso del alcohol, subió de 12,8 años a 13, 6; y en la marihuana, de 14 años a 14,2.
“No se trata solo de saber cuáles son los daños que puede causar el tabaco, el alcohol o cualquier otra droga. Si el joven tiene seguridad en sí mismo, sabe cómo tomar decisiones y tiene figuras de apoyo fuertes, es mucho más difícil que caiga en las drogas”, explicó Luis Eduardo Sandí, director del IAFA.
Según pudieron notar, las enseñanzas del programa son duraderas, pues hay estudiantes de quinto año que todavía tienen fresco lo aprendido y lo ponen en práctica.
Disminución. El análisis también sacó a la luz otros datos. Por ejemplo, la prevalencia de consumo de tabaco en esta población bajó de 8,9% en el estudio del 2009, a 2,4% en el 2016, mientras que la prevalencia en el consumo de alcohol bajó de 21,7% a 19,5%.
En el caso de la marihuana, el panorama es otro. El consumo subió de 1,9% en el 2009, a 4,9% en el 2016.
¿A qué se debe esto? Para Sandí, una razón es la popularidad que ha adquirido esta droga durante los últimos años.
“La tendencia a pensar que es más inocua, orgánica y hasta medicinal, hace que más jóvenes se sientan atraídos hacia ella, cuando más bien puede hacerles grandes daños”, concluyó Sandí.