¿Ha pasado últimamente por las inmediaciones de la sede central de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) en San José? De ser así, es muy probable que haya visto a unos malabaristas que en estos días suben y bajan de las paredes del edificio Laureano Echandi, atados a cuerdas.
Desde octubre y hasta el 24 de noviembre, estos “hombres arañas” desafían la altura para remozar la fachada de este inmueble de 14 pisos y así celebrar los 75 años del nacimiento de esta institución.
Con una inversión de ¢72 millones , el objetivo de estas faenas es darle mantenimiento preventivo a la estructura y refrescarla con colores más vivos como amarillo y azul. Las obras están a cargo de la empresa Avendaño y Compañía MAC S.A.
“Lo primero que hacemos es limpiar a presión, luego observamos bien las superficies para saber si debemos realizar alguna reparación. Finalmente procedemos a pintar”, comentó Steven Morales, uno de los 25 trabajadores que dicha compañía designó para este proyecto.
Ellos comienzan sus tareas desde las seis de la mañana, con pequeños descansos cada 120 minutos. Al final, cuando ya todo esté listo, sumarán unas 13.300 horas laboradas.
“Nosotros trabajamos con la normativa europea, con toda la seguridad y calidad para los trabajadores que usan las cuerdas y arnés”, aseguró Manuel Avendaño, dueño de la empresa .
Tonalidades más vivas. De acuerdo con Gabriela Murillo, gerente de infraestructura y tecnología de la CCSS, al elegir la nueva paleta de color del edificio se pensó en los valores de esta institución. Por ejemplo, según ella, el amarillo significa “la calidez y humanidad de los servicios que se brindan a los asegurados, mientras que el azul está más centrado en el tema de la confianza, la tecnología y del compromiso”.
Los trabajos de mantenimiento también incluyeron al edificio anexo de la Caja, llamado Jenaro Valverde. “Como esta estructura es gris, se piensa que no está pintada, pero en realidad se le colocó una película transparente que hace al inmueble respirar y repeler el agua”, agregó Murillo.
Debido a condiciones climáticas dadas en octubre, el contrato de las reparaciones debió ampliarse de 25 a 34 días hábiles.
“El viento no es un problema, solamente la lluvia o la rayería. Por eso, en la azotea hay una persona pendiente de las condiciones”, explicó Morales, quien después de tres años de trabajar como ‘hombre araña’ dice estar acostumbrado a las alturas, y lo describe como permanecer en una hamaca largo tiempo.