El planeta recién acaba de vivir su año más caliente desde 1880, en parte debido al fuerte El Niño que lo azotó entre 2015 y 2016, y ahora se prevé que deba lidiar nuevamente con este fenómeno atmosférico a finales de año.
Si bien las condiciones neutrales son las más probables (en el orden del 50%), la Organización Meteorológica Mundial (OMM) también estima que existen entre un 35 y un 40% de posibilidades de que, a finales del 2017, resurja un nuevo El Niño.
"El desarrollo de El Niño estaría alentado por el remanente de calor que aún yace en el océano Pacífico proveniente del fuerte El Niño que se vivió entre 2015 y 2016, así como por la actual fase positiva de la Oscilación Decadal del Pacífico (definida como una fluctuación de largo plazo). Los modelos apenas indican una leve oportunidad de resurgimiento de La Niña en 2017", se lee en el comunicado emitido por la OMM.
Mayo será un mes clave para los investigadores, ya que tendrán una mejor imagen de lo que podría pasar en el segundo semestre. Sin embargo, la OMM considera conveniente alertar sobre la posibilidad de resurgimiento de El Niño para que los países puedan tomar previsiones.
ENOS
El fenómeno El Niño Oscilación Sur (ENOS) nace de la interacción de las aguas superficiales del océano con la atmósfera. Cuando hay un calentamiento anormal de las aguas, se le llama El Niño, y cuando más bien hay un enfriamiento, se conoce como La Niña.
"El Niño y La Niña son necesarios para el planeta porque ayudan a que ciertas zonas no se calienten o enfríen más de la cuenta. Es decir, permiten una mejor distribución del calor y estabilizan las temperaturas", explicó Luis Fernando Alvarado, meteorólogo e investigador del departamento de Climatología del Instituto Meteorológico Nacional (IMN), en declaraciones dadas en diciembre a La Nación.
Usualmente, este fenómeno meteorológico ocurre en periodos de dos a siete años. No obstante, el periodo de ocurrencia de El Niño y La Niña se viene acortando.
"En tan solo 30 años hemos experimentado tres fenómenos de El Niño que fueron muy intensos, con 10 años de por medio entre uno y otro cuando, hace 50 o 100 años, esa frecuencia no era así. Entre un Niño intenso y otro habían más de 30 años, pero eso cambió a partir de 1975", manifestó Alvarado.
Generalmente, después de un fenómeno de El Niño muy fuerte como el vivido entre 2015 y 2016, le sigue un fenómeno de La Niña.
Esta vez no fue la excepción y en el segundo semestre del 2016 se declaró una fase fría del ENOS, la cual propició un enfriamiento de las aguas oceánicas del Pacífico Tropical Oriental y Central entre 0,5 y 0,8 grados Celsius (°C ) por debajo del promedio, lo cual vino acompañado de una "débil respuesta atmosférica", detalló la OMM.
Aunque débil, La Niña estuvo detrás de la formación del huracán Otto, el cual impactó Upala (Alajuela) y Bagaces (Guanacaste) en el mes de noviembre.
De hecho, la semana pasada, el IMN indicó: "A propósito de La Niña, les informamos de que ya el fenómeno terminó. De modo que desde este mes de febrero, las temperaturas del mar en el océano Pacífico ecuatorial retornan a la normalidad".
Versión costera de El Niño
Desde finales de enero, los científicos han observado un calentamiento de las aguas oceánicas frente a las costas de Perú. De hecho, la temperatura se ha incrementado 1,5 °C por encima de la media.
"Lo que ha creado una condición de El Niño costero para la región ecuatorial occidental de América del Sur", indicó la OMM.
"Por lo menos para la primera mitad de este año, las condiciones neutrales continuarán. Si este El Niño costero se expande y se convierte en un típico El Niño, lo sabremos con más confianza después de la primavera" (segundo semestre del año), declaró Rupa Kumar Kolli, investigador de la OMM, a la agencia Europa Press.