Las evidentes úlceras en la piel de los delfines nariz de botella ( Tursiops truncatus ), en el golfo de Nicoya, demuestran que se enferman a causa de la contaminación del agua.
Lo que los afecta es un hongo conocido como Lacazia loboi, que causa la enfermedad Lacaziosis Like Disease (LLD) o lobomicosis.
Es más, esas llagas blanquecinas con nódulos pueden provocarles incluso la muerte.
“Es una condición dérmica potencialmente asociada a la degradación de la columna de agua y los impactos acumulativos”, explicó Juan Diego Pacheco, investigador del Centro de Investigación de Cetáceos de Costa Rica (CEIC).
Los profesionales del CEIC, Fundación Keto y Fundación Vida Marina reportaron este hallazgo, mientras monitoreaban cetáceos en dos Áreas Marinas de Uso Múltiple (AMUM): el golfo de Nicoya y la península de Osa, en el Pacífico sur.
La vigilancia formaba parte de un estudio que se enmarca en el proyecto Golfos del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac) y Fundación Mar Viva, financiado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), mediante el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
En este sentido, los investigadores recorrieron el golfo de Nicoya, el Parque Nacional Marino Ballena, isla del Caño, bahía Drake, Parque Nacional Corcovado, golfo Dulce y punta Burica.
Según Pacheco, la exposición a la contaminación deprime el sistema inmunitario de los animales, lo cual lo deja vulnerable al hongo y otros padecimientos.
A la fecha, esta enfermedad ha sido reportada en seres humanos (descrita en 1931, por un caso en Brasil) y en delfines costeros.
“El delfín nariz de botella se alimenta en la desembocadura de los ríos; ese es su hábitat crítico; al menos, eso es lo que hemos visto en golfo Dulce.
”En el caso del golfo de Nicoya, aún nos falta más monitoreo y muestreos para comprobar el uso del hábitat”, comentó Pacheco.
Golfo Dulce. La enfermedad ya había sido reportada en el golfo Dulce desde 1991 por el científico Alejandro Acevedo y, posteriormente, en el 2007, por los investigadores del CEIC.
Actualmente, la población de nariz de botella para el golfo Dulce se calcula en 117 animales en la época lluviosa y 89 en la seca.
La totalidad de animales enfermos asciende a nueve y cuatro de estos son residentes; es decir, no migran, sino que permanecen en el hábitat durante todo el año.
“Acevedo había reportado también nueve animales, lo cual quiere decir que la enfermedad se ha mantenido”, dijo Pacheco.
Asimismo, el científico agregó: “Dos de los individuos observados por Acevedo, los vimos 20 años después. Cuando él los reportó no estaban enfermos; cuando nosotros los vimos, ya tenían la enfermedad”.
Aunque faltan estudios, sobre todo toma y análisis de tejidos, Pacheco sospecha que existe intercambio entre las poblaciones de los golfos Dulce y Nicoya, lo cual evidenciaría conectividad entre ambos sitios y alerta sobre la degradación del hábitat.
Para el experto, la recomendación es eliminar las fuentes de polución, principalmente aquellas sustancias contaminantes de origen químico y biológico que son arrastradas por los ríos debido a las lluvias y la escorrentía.
“Sobre todo, se necesita hacer un ordenamiento espacial marino que controle las actividades costeras, con planes reguladores”, manifestó Pacheco.