Cada año, Costa Rica se convierte en el paraíso vacacional de miles de turistas, pero también es un “destino popular” para especies migratorias que se desplazan grandes distancias en busca de mejores condiciones para sus procesos vitales.
La migración es, en realidad, una estrategia de supervivencia que desarrollan algunas especies pues, de este modo, garantizar su continuidad.
La posición geográfica de Costa Rica como un puente entre América del Norte y América del Sur, así como sus características climáticas, favorecen ciclos biológicos como la reproducción.
La llegada de cetáceos (ballenas y delfines) a la costa pacífica del país es un espectáculo que muchos quieren presenciar y se ha convertido en una actividad que genera ingresos a las comunidades costeras durante buena parte del año. Sin embargo, implica una cuota de responsabilidad por parte de los operadores de turismo y de los turistas.
Gigantes jorobados. Las aguas del Pacífico costarricense, cálidas y tranquilas, son un ambiente acogedor para “parejas” de ballenas jorobadas ( Megaptera novaeangliae ) que buscan aparearse, o bien, para que las mamás ballenas puedan parir a su ballenato con tranquilidad, sin la amenaza de depredadores.
El agua con temperaturas de entre 27 °C y 28 °C funciona muy bien como una “cuna” para “arrullar” a las crías recién nacidas.
“Costa Rica recibe dos poblaciones de ballenas jorobadas procedentes del Pacífico americano. Una viene desde el Hemisferio Norte (desde Alaska hasta Baja California, México) y la otra procede del Hemisferio Sur (Chile, la Antártida), explicó el biólogo Damián Martínez, coordinador del Proyecto Áreas Marinas Protegidas del PNUD-SINAC-GEF.
El desplazamiento de estas dos poblaciones coincide con la llegada del frío a esas zonas, de modo que durante los meses de invierno en el Hemisferio Norte –de diciembre a marzo– las ballenas se mueven hasta el Pacífico norte tico (Guanacaste). Por otro lado, las ballenas procedentes del Hemisferio Sur buscan las aguas cálidas del Pacífico sur durante el invierno austral, entre julio y setiembre.
En las aguas del Pacífico también se pueden divisar juguetones delfines de dos especies: el delfín manchado (Stenella attenuata ) y el delfín nariz de botella (Tursiops truncatus) .
“Estas dos especies no son migratorias, sino más bien residentes permanentes, por lo que pueden observarse durante todo el año”, agregó Martínez
El turismo por concepto de avistamiento de ballenas y delfines es una importante actividad económica para las poblaciones costeras del Pacífico sur de Costa Rica. Un reportaje publicado por La Nación reveló que el 90% de la economía de bahía Ballena, en Osa, depende del avistamiento de cetáceos (ballenas y delfines).
Martínez aplaude el hecho de que el turismo ambiental genere ingresos a estas comunidades; sin embargo, el biólogo aboga por un turismo responsable.
“Se trata de implementar una convivencia respetuosa entre las especies migratorias y los turistas que también viajan grandes distancias para apreciarlas. Existe un reglamento de avistamiento de cetáceos (contenido en el decreto N.° 32.495) que establece con detalle las precauciones que se deben tener; lamentablemente, no se cumple en todos los casos”, comentó.
Disfrútelos con Responsabilidad
Para verlos. El avistamiento de cetáceos es posible durante buena parte del año en el Pacífico norte: playas del Coco, Hermosa, Panamá, Flamingo, Tamarindo, Nosara, Sámara, Montezuma, Malpaís y Tambor; en el Pacífico central: Curú, Jacó y Manuel Antonio, y en el Pacífico sur: Ballena, Sierpe, Drake, Puerto Jiménez, Golfito y Pavones.
Acercamiento. La aproximación que hacen las embarcaciones, como botes o lanchas de motor, debe ser siempre de lado o paralela a la dirección de nado del animal; jamás por el frente ni por detrás.
Respetar espacio. La distancia mínima entre la embarcación y el animal debe ser de 100 metros.
Prudencia. El tiempo máximo de observación de un grupo de cetáceos no debe superar los 15 minutos. Este tiempo debe ser mucho menor si se trata de un individuo solo.
No molestar. Los turistas deben abstenerse de hacer ruidos que perturben a los cetáceos. El nado o el buceo están prohibidos si no son con fines científicos, y debe haber una autorización del Sinac.