Sabalito, Coto Brus. Acostumbrado más a jugar con lo primero que encuentre entre los cafetales de San Miguel de Sabalito, al pequeño Heiner Montezuma le costaba dar crédito a lo que veía.
Una vagoneta amarilla, enorme, empezó a salir de entre el papel de regalo. “Niña, ¿me la puedo llevar para la casa?”, preguntó todavía incrédulo porque le costaba hacerse a la idea de que un desconocido le había regalado aquel juguete.
“¡Pues claro que sí!”, le contestó la maestra de preescolar Laura Campos.
Heiner es hijo de indígenas. Es un niño de la etnia ngöbe. Su familia se instala en las montañas de San Miguel de Sabalito, en Coto Brus –zona sur del país, en la frontera con Panamá–, para trabajar como recolectores de café en la temporada de cosecha.
La mitad de los alumnos de la escuela a la cual él asiste, pertenece al mismo grupo indígena.
El lunes 10 de diciembre, él y otros 113 estudiantes de la Escuela San Miguel celebraron la salida de clases con una fiesta muy singular, preparada con todo el amor del mundo por sus maestros.
Desde San José, un grupo de desconocidos les enviaron un microbús lleno, pero llenísimo de juguetes. Uno para cada estudiante, y otro adicional para los mejores promedios de la escuela rural.
¡Fiesta! Muñecas, bolas de futbol, carros, juegos de trastos y hasta una patineta fueron entregados a los estudiantes de San Miguel.
La mitad de los alumnos de este centro educativo pertenecen a la etnia ngöbe.
Con apoyo del Área de Salud de San Vito, se logró el transporte de todos los juguetes desde San José.
Los maestros, con la colaboración de padres de familia y vecinos de esta comunidad, les prepararon un menú con chuleta y chicharrón de concha, acompañados de yuca y ceviche de plátano. No faltaron el queque y los helados. La parte más emocionante de todas sin duda fue la apertura de regalos.
Uno a uno fueron llamados para recibir el suyo. Los mejores estudiantes recibieron por partida doble, y el mejor promedio de la escuela por partida triple.
“Quisiera agradecer a todas las personas que con su corazón generoso hicieron sonreír a los niños y niñas de mi querida escuelita. Hoy (el lunes para los lectores), mis niños y niñas dibujaron en su rostro una hermosa sonrisa que les recordó que son niños y tienen derecho a soñar, que en el mundo hay personas generosas que les dieron una feliz fiesta de la alegría. De todo corazón, un millón de gracias y que Dios les múltiple en bendiciones”, dijo Laura Campos.
El director de la escuela, Danilo Araya, recibió los regalos el viernes 7 de diciembre. Nunca, según dijo, había visto tantos regalos para sus alumnos, pertenecientes a familias de muy escasos recursos.
Seguramente, ya muchos de esos juguetes deben estar rodando entre los cafetales de San Miguel de Sabalito, una de las zonas más bellas y productivas del país.