La sonda Rosetta , de la Agencia Espacial Europea (ESA), comprobó la existencia de agua congelada en el núcleo del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, el cual “persigue” desde su lanzamiento en el 2004.
Anteriormente, se había observado vapor en la nube de polvo y gas que envuelve el núcleo del cometa, llamada la coma, del griego kómê : ‘cabellera’.
Sin embargo, nueva información capturada por el instrumento infrarrojo Vitris , a bordo de Rosetta, reveló la composición de la capa superior del cometa y confirmó que dos grandes áreas contienen abundante cantidad de hielo.
La investigación –publicada en la revista Nature – la realizaron científicos del Instituto Nacional de Astrofísica de Italia (INAF). Las dos áreas se registraron en la región del cometa conocida como Imhotep y se ven como manchas brillantes.
Anteriormente, solo se había observado material oscuro, seco y refractario en el núcleo, pero en esta investigación los científicos lograron identificar “granos” de hielo de tamaño milimétrico o incluso más pequeño. Se estima que ese hielo tiene una temperatura promedio de –120 ºC.
Los investigadores estiman que la estratificación de este cometa es el resultado de un proceso evolutivo por el cual se han ido acumulando capas alrededor de su núcleo. Es decir, la estructura que tiene ahora no necesariamente es la misma que presentó en su formación.
En busca del origen. Los cometas han despertado el interés científico debido a que estos astros primitivos resguardan información fundamental sobre los procesos físicos y químicos ocurridos durante las primeras fases de formación del Sol y de todo el sistema.
El 12 de noviembre del 2014, el robot Philae , que viajaba a bordo de Rosetta, se posó sobre la superficie del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, con el fin de estudiar su núcleo. Empero, desde el 9 de julio del 2015 el robot se apagó.
A pesar de los esfuerzos realizados por ingenieros de la Agencia Espacial Alemana (DLR), el domingo pasado, Philae no da señales y es prácticamente imposible saber cómo está.