La respuesta para mejorar la calidad de vida de personas que han sufrido infartos, tumores o accidentes cerebrovasculares, podría encontrarse nadando en este momento en una pecera del Laboratorio de Biología del Desarrollo, del Instituto Weizmann en Israel.
Allí transcurre una investigación dirigida por Karina Yaniv, científica israelí de origen argentino, quien usa ejemplares de pez cebra para indagar cómo se forman sus vasos sanguíneos.
Esta especie resulta apropiada para esta tarea, pues su desarrollo embrionario se da fuera de la madre, lo que facilita el seguimiento “en vivo” del proceso de crecimiento de los vasos sanguíneos y de los órganos.
En el laboratorio de Yaniv consideran que, conociendo cómo se forman los vasos sanguíneos y el corazón durante el desarrollo embrionario, pueden utilizar esa información para curar o reemplazar órganos humanos o hacer trasplantes y otros procedimientos.
“Nos concentramos en el sistema cardiovascular: corazón y vasos sanguíneos, porque si nos ponemos a ver cuáles son las principales causas de muerte en el mundo occidental, todas tienen que ver con el sistema cardiovascular”, comentó la investigadora.
Retos. En este trabajo, los investigadores enfrentan dos retos. El primero es hallar la forma de hacer crecer los vasos sanguíneos en la zona del corazón que suele morir tras el accidente cardiovascular.
La solución que regularmente ofrece la medicina es realizar un baipás, tomando una arteria del paciente y conectándola a la parte dañada del corazón, con el fin de conseguir que llegue sangre nuevamente a esa zona y así mejorar la calidad de vida de la persona.
La aspiración de Yaniv y su equipo es plantear una alternativa diferente; por ejemplo, fármacos que logren generar vasos sanguíneos en la zona afectada del corazón del enfermo.
Sin embargo, cuando se trata de tumores que luego podrían originar cáncer, lo que necesitan es encontrar la forma de suprimir el crecimiento de los vasos sanguíneos.
“Lo primero que hace el tumor es rodearse de vasos sanguíneos, porque estos son los que traen el oxígeno, la sangre, la comida. Si no tiene vasos sanguíneos alrededor, no puede crecer y hacer metástasis”, resaltó Yaniv.
Es por medio de los vasos sanguíneos que ciertas células del tumor se desprenden y llegan a otros órganos lejanos, causando cáncer en el organismo de las personas.
¿Cómo podrían identificar cuáles vasos sanguíneos están relacionados con el tumor y cuáles no? Porque los vasos sanguíneos de los tumores son más frágiles y desordenados; es decir, tienen un prototipo genético distinto.
“Los mismos genes que se activan en el embrión cuando se forman, son los que se activan cuando un tumor se forma, hay un paralelismo muy grande y esos son los genes que tratamos de encontrar”, explicó Yaniv.
Pequeño aliado. El pez cebra resulta idóneo para este tipo de investigación, pues es transparente. Esto facilita que se le pueda poner bajo un microscopio y ver “en vivo” su desarrollo.
La misma característica facilita realizar en ellos manipulación genética y química, para saber cómo se podría actuar ante la presencia de tumores o padecimientos cardíacos.
El uso de este tipo de pez se ha implementado en diversas investigaciones alrededor del mundo, entre ellas, una sobre el cerebro humano, en Georgia Regents University, en Estados Unidos.
“Podemos mirar la actividad neuronal, podemos probar diferentes tareas de comportamiento y ver qué células están activas, cómo conectan las células. También podemos utilizar diferentes técnicas para destruir diferentes neuronas y ver cómo eso afecta el comportamiento”, detalló el neurocientífico Albert Pan.
“Aunque puede parecer una elección extraña, el pez cebra es un vertebrado transparente que es, en realidad, un gran modelo científico”, agregó Pan.