A los cocodrilos no les hizo mucha gracia. Para nada.
Este miércoles, el veterinario del Parque Simón Bolívar, Randal Arguedas, y cuatro cuidadores del zoológico, se dedicaron a determinar cuál es el sexo de sus reptiles.
Juancho, el más grande, viejo y perezoso de los cinco cocodrilos, fue el único que “se salvó” de la visita médica. Este Juancho estaba echado al sol y solo abrió sus enormes fauces –revelando una hilera de dientes filosos– cuando se acercaba otro “compañero de charco”.
Los cocodrilos juveniles, más pequeños y fogosos, nadaban en la pileta del zoológico, observando con recelo a los humanos que llegaron ayer en la mañana a curiosear.
Fuera de la piscina, los cuidadores del zoológico alistaron sus instrumentos para capturar a los reptiles: una escoba larga para moverlos, un lazo para inmovilizarles el hocico, y varias cuerdas para atarles las patas. Todo es en silencio, para tratar de minimizar el estrés.
Los reptiles que están nadando son los más difíciles de atrapar –detallan los expertos–, más aún cuando estos son los machos. Para agarrar a cada uno de ellos, un cuidador lo atiza o provoca con el escobón, mientras otro intenta amarrarle el hocico. Todo, guardando la distancia prudencial “para no cobrar seguro de vida”, bromean.
Cuando consiguen sujetar las fauces del cocodrilo, dejan que este se sacuda hasta que se canse.
En ese momento, lo jalan hacia tierra firme y le colocan un paño sobre la cabeza para tranquilizarlo.
Se necesitan cinco personas para inmovilizar a cada animal: una en la cola, otra en las fauces, y dos más para sostener y amarrar las patas. Lo acuestan sobre la espalda, “panza arriba”, dejando al descubierto su vientre amarillo que es suave al tacto.
Determinar el sexo de un cocodrilo es similar a un examen de próstata. Cerca de las patas traseras, Arguedas localiza la llamada región cloacal, un orificio donde convergen el sistema excretor y el aparato reproductivo.
Conociendo de antemano esa información, si no se percibe ningún órgano al introducir el dedo por ese edificio, el cocodrilo es una hembra. Por el contrario, cuando es un macho, el experto puede palpar un cartílago semiduro que es del tamaño de un dedo meñique.
Al ser liberados, los cocodrilos regresan al agua, visiblemente molestos por el “exceso de confianza”.
Fueron dos las hembras identificadas. En el mediano plazo, estas se trasladarán al que será el Centro de Conservación de Santa Ana para acompañar allá a un cocodrilo macho.