Un crítico de The New Yorker pensó que El mago de Oz era una porquería. Cuando el filme recién se estrenó en 1939 dijo que “no tenía trazas de imaginación, buen gusto o ingenuidad”.
En 1992, The New York Times visitó el set donde se filmaba la película Super Mario Bros. , basada en el videojuego. Aunque el cronista no lo dice con todas las letras, por su relato se infiere que esa película sería algo grande, un filme hasta cierto punto artístico que prometía el comienzo de una nueva era en las producciones para adolescentes.
Los dos reseñistas se equivocaron. De acuerdo con la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, El mago de Oz es la película más vista de todos los tiempos; Super Mario Bros. , una catástrofe de taquilla y la película más aburrida en cinco dimensiones a la redonda.
No es justo comparar una película pésima con otra magnífica; pero sí es útil contrastar las motivaciones de una producción que marcó época y las de otra que quiso hacerlo y que fracasó miserablemente. Descubrir en qué consistió exactamente el éxito y el fracaso de cada filme nos dará una luz sobre dónde está puesta el alma de un espectador.
Super Mario Bros. , el videojuego, propagó una fiebre entre los muchachos de finales de los 80 y principios de los 90. Como lo reseña la periodista Karina Longworth, los productores del filme creyeron que las salas de cine se llenarían con solo anunciar el nombre en las marquesinas. No les importó que el mundo creado por los estudios no tuviera nada que ver con la experiencia del juego de video. Tampoco fue un problema que el guion resultara un pastiche sin norte.
El mago de Oz cuenta otra historia. En palabras del periodista Chirs Heller, la película fue una perfecta colisión de talento en el momento preciso, pero no fue solo eso lo que llevó al filme a la posteridad. Eso se lo debe a que en la historia resonaba una “verdad emocional”. “Dorothy Gale (la protagonista) es una adolescente solitaria quien se percata de que, tal vez, no está tan sola después de todo. Ella crece justo frente a nuestros ojos, en vívido Tecnicolor”, dice Heller.
Para el público era irremediable identificarse con Dorothy, mientras que con Mario, bueno, el plomero del videojuego que colecciona monedas, come flores y se escapa por cañerías tiene más profundidad que el del filme.
Como espectadores podemos descubrir de dónde viene nuestra fascinación por lo que vemos en pantalla con solo preguntarnos cuál es la “verdad emocional” tras una historia, tras un personaje.
Tomemos como ejemplo al autoproclamado “programa número uno de la televisión humorística”. ¿Qué ha hecho a El Chavo del Ocho exitoso por más de 40 años? Más allá de las bromas buenas y las idiotas, dejando de lado los chistes de porrazo, la cursilería y las repeticiones desesperantes, incluso tratando de fumigarnos de la nostalgia que nos provoca la serie, creo que lo que hace sobrevivir a una historia como esta es la verdad emocional de un niño huérfano de ocho años que, como Dorothy, encuentra compañía en un grupo de personajes que están tan solos como él. Todos entramos a esa fiesta por las risas, pero nos quedamos por la emoción.
En su 20.° aniversario podemos decir que le faltaron muchísimas cosas a la olvidable película Super Mario Bros. , pero sobre todo falló en encontrar una verdad emocional. Como al Hombre de Hojalata del reino de Oz, a Mario le hizo falta un corazón. 1