Fotografías: Jorge Castillo
Hace ocho años que Abigail Rodríguez no prueba ni un bocado de carne, leche, miel, huevos, pollo, mariscos o pescado. No se trata de una joven con una incapacidad física para digerir los productos animales. Tampoco de una muchacha que carece de los recursos para adquirir tales alimentos. Hablamos de una persona que, a los 14 años de edad, tomó la decisión de hacerse vegana; es decir, de abstenerse de consumir cualquier producto de origen animal.
No es coincidencia que el término “vegano” se parezca al término “vegetariano”, pues el primero se derivó del segundo. Mientras que el vegetarianismo implica no alimentarse de animales muertos, el veganismo amplía esa limitación al consumo de cualquier producto generado a partir seres vivientes del reino animal, incluyendo los insectos.
Esta corriente nació en Inglaterra hace casi 70 años, cuando 25 personas, lideradas por Elsie Shrigley y Donald Watson, decidieron llevar el vegetarianismo (que se practicaba desde principios del siglo XX) un paso más allá: formaron un grupo crítico no solo del uso de la carne, sino también del consumo de otros productos derivados de los animales – en particular los lácteos y huevos– al considerar que la producción de estos alimentos también contribuía al sufrimiento animal.
“La incuestionable crueldad asociada con la producción de los lácteos ha dejado claro que el lacto-vegetarianismo es apenas un punto medio entre la ingestión de la carne y una dieta realmente humana y civilizada”, dicta la primera impresión de la revista
Sin embargo, el veganismo, que hoy se practica en decenas de países, es más que una dieta: es un estilo de vida que elimina el consumo de cualquier producto animal sea en la vestimenta, en los productos cosméticos y en todo ámbito imaginable.
No existen datos exactos sobre esta práctica en Costa Rica, pero Marcelo Galli, presidente de la Asociación para la Promoción de la Ética Vegetariana (APEV) calcula que más de 100 personas han optado por este estilo de vida en el país, pues alrededor de un tercio de los 300 integrantes de la asociación han abrazado el veganismo, conocido por algunos como vegetarianismo estricto.
La definición formal de una persona vegana, según el Vegan Society, es aquella que, en la medida en que sea posible, intenta vivir sin explotar a los animales, tanto por el beneficio de los mismos, como para el bien del planeta y la salud. Y precisamente, estos son los tres ejes que tal población utiliza para justificar su elección, considerada por muchos como radical.
Quienes practican el veganismo aseguran que su salud mejoró significativamente al dejar en el olvido carnes, lácteos y huevos. Los diez veganos consultados para la elaboración de este reportaje concuerdan en que sienten más energía con esta dieta.
María José Poddie, quien tiene más de una década de ser vegana, manifestó que los lácteos le dejaban un sentimiento de pesadez y flema, síntomas que desaparecieron después de abandonarlos.
“Tras hacerme vegana, mi cuerpo es más vital, me canso menos, puedo rendir más y siento más alegría y energía. Estoy muy contenta con esta decisión de vida”, expresó la mujer de 32 años, quien además ha atravesado un embarazo como vegetariana y dos más como vegana, sin complicaciones en su salud.
En el caso de Galli, cuenta que los beneficios en su salud comenzaron con una disminución de su grasa corporal y una reducción significativa de su colesterol, lo cual él traduce como una reducción en su riesgo de contraer enfermedades como el cáncer.
“Me siento más liviano y vibrante. Cada vez que me alimento ya no es esa pesadez; me siento liviano y con energía. Nunca más tuve estreñimiento”, asegura.
Pero la decisión de hacerse vegano rara vez se hace solamente por la salud. Usualmente, pesa más el deseo de evitar el sacrificio de animales y el maltrato previo que sufren muchas de las criaturas en las industrias ganaderas, avícolas y porcinas, entre otras (ver el recuadro
Abigail Rodríguez, por ejemplo, interpreta el ovolactovegetarianismo (es decir, el que acepta el consumo de huevos y lácteos) como un acto de hipocresía.
“No entiendo cómo alguien puede decir que es compasivo por ser vegetariano, mientras está tomándose la leche que era para un ternero –que probablemente ya estará en el matadero– y habrá sufrido, al igual que su mamá, porque los separarondías u horas después del parto”, afirma.
“Las gallinas de batería pasan todas sus vidas encerradas en jaulas donde no pueden moverse, e igual, terminarán en el matadero después de una vida corta y miserable. Si ya se es vegetariano, nada cuesta dar el siguiente paso al veganismo y evitar el sufrimiento de muchos más”, alega Rodríguez.
Galli mantiene una postura más conciliatoria, aunque también es defensor ferviente del veganismo.
“El vegetarianismo es un gran paso en la dirección correcta. Ser vegetariano definitivamente es mejor que no hacer absolutamente nada. Sin embargo, para mí, es una etapa de transición entre el carnismo y el veganismo”, explica.
Las posturas radicales de los veganos han atraído críticas dentro y fuera de la industria alimentaria. El especialista en salud pública y medicina preventiva William Jarvis, por ejemplo, condena lo que él denomina como “vegetarianismo ideológico”, al considerar que se le da el mismo valor a todas las formas de vida.
“La creencia de que todas las vidas son sagradas puede llevar a absurdos como permitir a los mosquitos seguir esparciendo la malaria o a las culebras andar sueltas en el hogar de uno”, dice.
Otra objeción, proveniente del profesor de Ciencia Animal de la Universidad de Oregon Steven Davis, es que el principio moral de provocar el menor daño posible no se cumple al eliminar los productos animales, porque el cultivo de plantas también implica la disminución en poblaciones de animales como ratones. Los defensores del veganismo sostienen que, en términos éticos, las muertes accidentales son muy distintas a las intencionales.
El tercer pilar del veganismo, el ambiental, parte del conocimiento de la contaminación generada por la ganadería en escala internacional. Un reportaje publicado por el diario español
“La carne se puede medir en emisiones de CO2: engullir un kilo de vacuno equivale a viajar 250 kilómetros en carro”, explica.
En el 2006, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO) advirtió que la ganadería es una amenaza seria al ambiente y calculó que el sector ganadero emite más gases de efecto invernadero que el sector de transportes.
El reporte de la FAO también explicó que el 30% de la tierra se utiliza en actividades ganaderas y que esta actividad es de las más dañinas para las fuentes de agua, al requerir altas cantidades del líquido y generar muchísima contaminación.
Sin embargo, la demanda de la carne de res asciende a un ritmo rápido y hay un importante tema de subsistencia de por medio: 1.300 millones de personas viven de la ganadería en la actualidad.
La Vegan Society aprovechó los datos emitidos por la FAO para publicar información a favor de las dietas veganas en un dato que lleva por nombre Global Food Security.
“La ONU dice que más de 3.000 millones de personas podrían comer del grano que se utiliza para alimentar animales criados en granjas”, advierte el documento, a la vez que explica que las criaturas utilizan al menos la mitad de la energía en los procesos naturales de su cuerpo como el movimiento y el metabolismo.
La propuesta de la Vegan Society es sembrar cultivos para el consumo directo de los humanos; no obstante, no se refiere directamente al tema del empleo de quienes actualmente laboran en la industria ganadera.
En Costa Rica, el veganismo predomina entre personas jóvenes y adultas jóvenes, mas esta no es la norma e incluso hay varios bebés y niños que han sido veganos desde su nacimiento.
Devi Alán Segura tiene 2 años y medio y nunca ha probado la carne animal. A diferencia de la mayoría de los veganos adultos que hay actualmente en el país, Devi es vegana no solo desde que nació, sino desde el vientre de su madre, Daniela Segura, quien mantuvo una dieta estricta a lo largo de su gestación.
“Cuando llegó la bebé, tomamos la decisión de criarla así. Me parece una buena opción, no solo para ayudarse a uno mismo, sino también para ayudar el ambiente”, asegura Jody Alán, papá de Devi, quien es vegetariano.
Segura reconoce que Devi ha hecho “trampa” en muy pocas ocasiones. En su cumpleaños, por ejemplo, su abuela le regaló un queque hecho con ingredientes tradicionales como el huevo y la leche, y en algunas celebraciones con otros niños, le han permitido el consumo de helados.
La idea de esos permisos, dicen los papás, es que la niña no se sienta excluida de las actividades y que el veganismo no se convierta en un trauma que la pudiera indisponer en un futuro.
“Por ahora es más fácil porque ella aún no toma las decisiones sola, pero creemos que es importante darle cierta flexibilidad para que no sienta que es un sacrificio y que le estamos coartando el placer de probar algo sabroso”, confiesa Segura.
Como “medida cautelar”, los papás de la niña se han esmerado en desarrollar y refinar sus capacidades culinarias para que aprenda que la cocina vegana también puede ser deliciosa, y regularmente prueban recetas de platillos étnicos y de repostería vegana.
“Si ella me llegara a decir que quiere probar carne, yo le diría que si ella misma va y con sus propias manos mata al animal, entonces que se lo coma. Pero si no se atreve a hacer eso, entonces que no”, dice Segura.
Los papás de Devi aseguran que la niña es muy sana y los controles sanguíneos que le hacen periódicamente nunca han mostrado irregularidades.
Al otro lado del espectro están los adultos maduros como Teresita Murillo, quien hace seis meses se convirtió al veganismo, con 52 años de edad, luego de siete años de vegetarianismo. Poco después de hacer esta elección personal, abrió el restaurante Veggie House, en San Pedro, para ofrecer más opciones veganas a los costarricenses.
Su amiga Santa Morales, de 75 años, practicó el vegetarianismo durante 22 años y hace tres también se formalizó como vegana.
Amanda Baker, de Vegan Society, asegura que el veganismo llevado con responsabilidad es apto para personas de cualquier edad. “Una dieta a base de plantas y bien planificada puede ser apropiada para todas las etapas de la vida incluyendo el embarazo, la lactancia y toda la infancia y la adultez. Esto aplica incluso para personas con altos niveles de desempeño atlético y mayores requerimientos dietéticos, como es el caso de la inglesa Fiona Oakes, una maratonista de élite vegana”, explica.
Si bien es cierto la alimentación es la faceta en la cual el veganismo suele ser más visible, esta práctica se extiende más allá de la comida.
“Además de evitar los productos animales o que contengan derivados animales, el veganismo también implica no contribuir a la explotación de animales en las industrias de vestimenta, entretenimiento, experimentación y mascotas”, enfatiza Abigail Rodríguez.
Productos prohibidos para cualquier vegano estricto son las pieles animales, el cuero (por ejemplo, en zapatos y fajas), la lana y la cera estampada producida por las abejas (presente en muchos cosméticos como labiales y en candelas). También se deben evitar los colorantes derivados de insectos como la cochinilla .
Igualmente se evita el uso del carbón animal (presente en pinturas), la gelatina (además de la comestible, se utiliza en película fotográfica), y las medicinas que contienen ingredientes animales o bien aquellas que utilizan animales en alguna fase de experimentación en el laboratorio.
Muchas veces los derivados animales están presentes en productos de consumo diario que ni los mismos veganos se imaginarían, por lo que la mayoría de ellos se han hecho expertos en revisar etiquetas y saben reconocer productos animales ocultos tras nombres complejos.
Por ejemplo, cantidad de jabones, champúes, fertilizantes, pinturas, lubricantes, crayolas, espumas de extintores y productos de limpieza contienen productos derivados del reino animal.
¿Por qué se prohíben los productos generados por insectos? “El principio es que usted no tiene por qué explotar a otros animales para sobrevivir”, explica Segura. Sin embargo, algunos veganos más flexibles no incluyen los insectos dentro de las categorías restringidas, al considerar que no sufren.
Marcello Galli, de APEV, asegura que el veganismo no es pursimo. De lo que se trata es de reducir el sufrimiento causado por los humanos a los demás habitantes del planeta.
“A veces uno puede encontrarse en situaciones en que no hay nada más qué comer. En esos casos, lo mejor es preferir lo que menos viole los principios, por lo que un bistec estaría de último en la lista”, detalla.
Un ejemplo de un producto que los veganos costarricenses aún no han podido eliminar de su lista de compras es el alimento para mascotas. Esto porque, en Costa Rica, el mercado vegano aún es pequeño, por lo que las variaciones veganas de comida para animales no se importan regularemente, aunque sí existen en países desarrollados.
Abigail Rodríguez, por ejemplo, explica que le dio mucho temor cambiarle la alimentación a su mascota que ya tiene una edad avanzada. Sin embargo, asegura que cuando tenga su próximo perro, va a planearle una dieta vegana con la instrucción de un veterinario.
Sin duda, sobrellevar el veganismo no es sencillo en una cultura occidental centrada en el consumo diario de productos animales. Si bien es cierto que en Costa Rica no se consiguen muchos productos veganos como chocolates, galletas, quesos, helados y carnes de soya –como sí sucede en países desarrollados–, en general concuerdan en que somos un país privilegiado con acceso a una inmensa variedad de productos vegetales y con buenos precios.
Los veganos costarricenses, más bien, encuentran que lo más difícil es el aspecto social.
“Con mis amigos o conocidos que comen carne, sí ha sido un poco más difícil de llevar, pues nunca falta alguien que se burle de uno. Te dicen ‘comeflores’, ‘comehojas’ y te mandan a comer lechuga”, dice Rodríguez.
“Es difícil la parte de las relaciones y los eventos sociales; hay que ser creativo y conocer de antemano lugares y platillos que podamos pedir para que no resulte incómodo salir. Poco a poco hay más opciones para veganos”, agrega María José Poddie.
Para sobrellevar el reto, muchos de los veganos se han unido (incluso con los vegetarianos) para compartir consejos y promover su estilo de vida. Aparte de APEV, la organización más grande de esta naturaleza en el país, también existe el colectivo Viva Veg (enfocado más en personas jóvenes), un capítulo nacional de la agrupación Revolución de la Cuchara y representación local de Supreme Master TV, un canal mundial que se dedica a promover “estilos de vida nobles”.
Los integrantes de estos grupos participan en capacitaciones, reparten información en eventos masivos como conciertos y ferias de adopciones, y hasta han incursionado en la venta de productos veganos para animar a la gente a probar diversos tipos de repostería y comida hecha sin insumos animales.
“Tratamos de vender comida a precios cómodos y de regalar galletas y queques para que la gente elimine la creencia de que ser vegano o vegetariano es muy elitista”, dice Mauricio Sánchez, cofundador de Viva Veg (organización a la cual también pertenece Abigaíl Rodríguez).
Mantener con vida las agrupaciones ha sido una tarea dura. Grupos anteriores como la Juventud Vegetariana se disolvieron del todo y APEV suspendió temporalmente las reuniones mientras hallan un nuevo local.
No obstante, el movimiento sigue creciendo y las redes sociales e Internet parecen haberse convertido en herramientas útiles para la promoción. APEV, por ejemplo, tiene más de 700 seguidores en Facebook y Viva Veg está por llegar a los 900.
Sin duda, el veganismo requiere de muchos cambios en todos los ámbitos de la vida, pero para veganos convencidos, como lo es María José Poddie, es un esfuerzo que realmente vale la pena: “No lo veo como un sacrificio. Es un cambio en los hábitos de consumo y una reporgramación de los que compramos. Para mí, el veganismo es un acto de amor”.