La “procesión de la salud” fue uno de los principales ritos que se crearon después del centenario de la emancipación, en 1921. Estas ceremonias vincularon estrechamente la infancia, la conmemoración del pasado y el futuro de la patria.
Dicha procesión consistió en una marcha de niños y niñas por las calles de San José. El mensaje que llevaban era extender y preservar la salud de la “raza” costarricense, especialmente cuidando de su infancia.
Así lo explica la descripción que hizo La Tribuna con respecto a la primera procesión de la salud, en septiembre de 1922:
“Y van pasando escuelas, son una legión de niños interminable que marchan en desfile triunfal portado estandartes con leyendas edificantes y con consejos sabios. Todos van alegres, todos van llenos de gozo.
”Son cinco mil niños de ambos sexos los que pasan en medio de una muchedumbre que contempla entusiasmada este desborde de juventud y patriotismo ['].
”Es, amigo, la procesión de la salud. Es nuestro futuro. Es la escuela de la energía y el valor. Es la gloria de mañana. Es acabar para siempre con la idea de que los latinos estamos en planos inferiores de vida muscular. Es juntar, a la profusión de nuestra inteligencia y de nuestro espíritu, la profusión de salud y convertirnos así en atletas de una futura raza que ha de mantener con dignidad y con decoro el nombre de Costa Rica, el de Centroamérica si fuere necesario, y el de nuestros antepasados que así han laborado para el porvenir de esta pequeña patria, tan grande y tan amada”.
Algunos de los carteles que cargaban los niños rezaban: “Madres: Lavad a vuestros hijos”, “Dormid siempre con la ventana abierta”, “Limpiad vuestros dientes lo menos dos veces al día”.
Un año después, en 1924, los carteles serían más variados, pero siempre apuntando al objetivo de subrayar el valor de la salud:
“El juego al aire libre desarrolla los órganos, activa las funciones y da salud y alegría”, “Niños, ¿queréis conservaros sanos? Vivid al aire libre tanto como os sea posible; rendid culto a la limpieza; servíos de alimentos sanos, limpios y nutritivos; dormid como mínimo ocho horas, y destinad una hora diaria al ejercicio o al sport”.
Junto a esos cartelones circularon hojas sueltas con ideas y consejos similares sobre la salud.
Además, en 1924 se utilizó la procesión de la salud para emprender una campaña contra la ingestión de alcohol, y para promover el consumo de leche y animar a las madres a fin de que dieran el pecho a sus recién nacidos.
Una “raza” sana. El fin primordial de la actividad no era solamente distribuir consejos sobre la salud, sino recaudar fondos para construir un lugar “a donde poder enviar a los niños cada vez que se observe en ellos pruebas de decaimiento físico, ya sea producido como consecuencia de una enfermedad o por haber vivido durante largo tiempo en un ambiente antihigiénico soportando una mala alimentación”.
Las principales propulsoras del proyecto fueron las maestras Carmen Lyra y Lilia González. Los antecedentes de este discurso de salud pueden encontrarse en lo que, a principios del siglo XX, el presidente Cleto González Víquez llamó la “autoinmigración”.
El concepto de González Víquez era sumamente racista y se recreaba en el ideal que concebía a Costa Rica como una sociedad blanca y homogénea, sin indígenas y sin poblaciones de origen africano: una población que, por tanto, debía preservar esa particularidad para seguir existiendo como nación.
Así, en un discurso pronunciado ante el Congreso en 1908, González Víquez señaló que, en vez de fomentar la inmigración de extranjeros, Costa Rica debía propiciar la “autoinmigración”; es decir, “llevar al máximo la producción y la reproducción nacional por medio de una baja en la tasa de mortalidad infantil y la implementación de medidas moral y biológicamente sanitarias en toda la República”.
La otra vertiente de la que tomaba fuerza la idea de la “procesión de la salud” venía de las políticas del Estado con respecto a la salud, algo muy bien investigado por historiadores como Steven Palmer, Juan José Marín, Ana María Botey y Ana Paulina Malavassi.
En los inicios del siglo XX se consolidó la política social que había empezado a aplicarse después de 1840. Se la ejecutó con más fuerza mediante una especie de “reforma médica” aplicada entre 1880 y 1894.
Tal reforma incluyó la creación del Instituto Nacional de Higiene, la Policía de Higiene, la transformación del Protomedicato y de la Asociación Médica en la Facultad de Medicina, la Ley sobre médicos de pueblo yla Ley de profilaxis venérea.
De ese esfuerzo también surgieron instituciones filantrópicas costeadas por el tesoro público, como la Gota de Leche, fundada en 1913.
Todo aquel proceso condujo a la creación de la Subsecretaría de Salud en 1922, justamente el año en el que se inauguró la procesión de la salud. Esa dependencia se transformó en Secretaría de Salubridad y Protección Social en 1927.
Salud y patriotismo. Aquel esfuerzo de inculcar visiones modernas sobre el bienestar se vislumbra en la “procesión de la salud”. Esta trató de vincular la salud con los valores patrios.
Al respecto, en 1922, la escritora y maestra Carmen Lyra, impulsora de la procesión, escribió un artículo en el que no definió la palabra ‘patriota’ en términos de sacrificio o muerte por la nación, sino como un valor que se inspira en la vida. Para la escritora, el futuro de la patria dependía de asegurar el bienestar de los niños costarricenses fomentando su salud.
Incluso, ese ideal de unir la independencia del país y el apoyo a la salud moderna se notó bien el 15 de septiembre de 1923, cuando se inauguró un busto en honor del científico francés Louis Pasteur en San José. El discurso justificativo de ese busto vinculó la ciencia moderna, la patria, el pasado de progreso y la salud.
En esencia, aquella misma fórmula se presentará en las siguientes procesiones de la salud verificadas en la década de 1920. Incluso, tan pronto como en 1924, esa práctica se considerará ya una “institución”; o sea, una actividad conmemorativa firme y continuada.
No obstante, el augurio fue errado puesto que, después de 1926, de la prensa desaparecieron las referencias oficiales al rito de marcha que proponía la salud como una actividad patriótica. Aunque hubo una procesión de la salud en 1927, la prensa aclaró muy pronto que no era oficial, ante la desidia de varias escuelas a participar en el esfuerzo de organización.
Es posible que la procesión decayera porque compitió con otros ritos establecidos antes y en los que los escolares ya participaban con entusiasmo. También habrá pesado el costo de organizar la procesión con los pocos fondos de las escuelas.
En su lugar, en cambio, aparecerá una importante discusión sobre el papel del Himno Nacional en la celebración de la fiesta de la independencia, y sobre la afirmación de un sentimiento de nación entre los educandos y sus familias; pero esto ya sería tema de otro artículo.
EL AUTOR ES PROFESOR DE HISTORIA EN LA UCR. ESTE TRABAJO SINTETIZA ASPECTOS DE UNA INVESTIGACIÓN EN PROCESO SOBRE RITOS Y NACIÓN EN LA COSTA RICA DEL SIGLO XX.