El distinguido periodista don Armando González, en su columna del pasado 1.° de abril, “Alianza opositora”, señala el peso histórico del caudillismo en Costa Rica como una variable que no puede obviarse en el futuro de la alianza opositora.
En efecto. Sin embargo, tomar en cuenta no significa necesariamente estar condenados.
Existen buenas razones para no votar en la próxima elección nacional por un candidato presidencial del Partido Liberación Nacional. La más sencilla, y más razonable de todas, es que después de ocho años de estar en el poder, es hora de cambiar, por más malos o buenos que hayan sido en el ejercicio del poder durante ese período. El poder corrompe. El poder absoluto corrompe absolutamente. El poder de ocho años corrompe en doce años. Ese motivo es tan bueno que incluso los propios liberacionistas estarán de acuerdo con él, ya que también lo utilizaron después de las administraciones continuas del PUSC de hace unos años. De hecho, es para lo único que sirve la democracia: para sustituir a los gobernantes.
Así que, muchos defienden, por razones de salud del país, que una alianza opositora asuma la conducción del Poder Ejecutivo en las próximas elecciones nacionales. Todos reconocen, además, que ello no será posible sin un conjunto de condiciones mínimas. La primera y básica de todas, ha señalado don Ottón Solís, la cuestión ética.
Lucha contra la corrupción. Diversos articulistas nacionales critican la postura ética en el sector público de don Ottón Solís llamándola “purista”. En ética, no ser purista, es contradictorio. Otra cosa es la distancia entre ética y moral. Es decir, entre lo que pregonamos como principios y lo que hacemos en realidad.
En nuestra vida privada, a nadie le importa. En el ejercicio de la función pública se espera conjunción entre ambas y la única manera de lograrlo es exigiendo “purismo”. De hecho, no comprenderlo por parte de la presidenta de la República retrasó la renuncia del exministro de Hacienda.
En realidad, quienes critican a don Ottón Solís por purista en estas cuestiones, han terminado por conceder demasiado lo “esencial”, diría el Principito.
Ciertamente, cualquier alianza opositora debiera empezar por asumir un compromiso, purista, contra la corrupción en el sector público, traducido en un conjunto de propuestas que partidos como el PAC, PUSC o alguno de sus sectores, PASE, Libertario y Frente Amplio y sectores del PLN, compartirían sin problema alguno.
Lo mismo podría suceder en temas como el ejercicio de derechos y garantías individuales y descentralización. También podrían compartir medidas asociadas a calidad y eficiencia del gasto público y empleo público, aunque, ciertamente, en este terreno, el lápiz fino sería necesario pero no improbable, al igual que en muchas otras áreas. Pero tendrían la posibilidad de explorar conjuntamente el abordaje de nuevos problemas, como el envejecimiento de la población, por ejemplo, recuperando la concepción de micro y pequeña empresa para la gestión de los servicios que requiere, en lugar de la salida fácil de cargar al Presupuesto Nacional por el que optó la actual administración, insostenible a largo plazo para las finanzas públicas. Y así sucesivamente.
Habrá temas, por supuesto, en los que inevitablemente no habrá acuerdo alguno y lo mejor sería acordarlos expresamente. De esa manera, el compromiso ético se acompañaría de un programa mínimo común de acuerdos y desacuerdos, que daría sentido u orientación. Eso impediría las peligrosas consecuencias de alianzas sin contenidos programáticos acordados previamente, como lo demostró el debate de la reforma fiscal.
Caudillos a un lado. Así que, si fuera viable, legítimo, honesto y transparente el llamado que se hace de una alianza opositora en bien del país y, si se desea que sea una cuestión seria y no el “quítate tú pa’ponerme yo”, entonces, por su propio peso, se esperaría que tanto don Otto Guevara como don Rafael Angel Calderón, y círculos, se hicieran a un lado, voluntariamente, sin que nadie se los pidiera excesivamente. En el PAC, ya don Ottón Solís anunció su intención de no optar por la candidatura presidencial. Así, simplemente, algunos dirían, comprendiendo su papel en la actual coyuntura, el problema del personalismo arrastrado por algunos de los partidos de la alianza tendería a minimizarse.
Claro que, si quienes dentro de la alianza quieren hacerlo posible, no veo cómo no podrían ver la elección del próximo Directorio de la Asamblea Legislativa como la mejor oportunidad para mostrar esa seriedad, por ejemplo, aceptando, uno de sus partidos, que no puede mantener a su candidato a la Presidencia del Congreso, sin que ello implique renunciar a su derecho a ese ejercicio. Ciertamente, solo en esas condiciones sería posible superar las dificultades que apunta don Armando asociadas al personalismo y al futuro de los partidos de oposición. Complejas, sí, pero no imposibles. De cualquier forma, el próximo primero de mayo lo sabremos.