Un reciente reporte del Foro Económico Mundial coloca a Costa Rica, entre 104 países, en el puesto 20 en la “fuga de cerebros”. Un estudio del Consejo Nacional de Rectores de nuestro país reveló hace 5 años, que el salario promedio de los ingenieros recién ingresados al mercado laboral era de ¢268.000 mensuales mientras que en EE. UU., un ingeniero en electrónica recibía $7.500 al mes. Ese mismo año, Europa tenía un déficit anual de 50.000 ingenieros.
El año pasado Brasil anunció que necesitaba aproximadamente 60.000 nuevos ingenieros. Actualmente, en Panamá, el 40% de las empresas tienen dificultades para encontrar ingenieros, técnicos y personal de finanzas y contabilidad. Hay razones para emigrar y hay para donde emigrar. Ese es un gran desafío para Costa Rica: detener esa diáspora.
En Costa Rica no aparece quien señale un rumbo que termine con la actual sensación de que vamos a la deriva. Los parches ya no sirven; pasan y pasan Gobiernos y se acaba el tiempo para detener el rumbo macabro hacia las rocas.
Excepto por un cuestionable interés comercial, la unión política centroamericana ha sido un concepto retardatario para Costa Rica. Este país tiene que liberarse de la anarquía empobrecedora y violenta del norte de Centroamérica.
En el índice de Foreign Policy, Guatemala y Honduras aparecen como países en vías de convertirse en “estados fallidos”. A finales del 2011, la Declaración de Ginebra sobre Violencia Armada y Desarrollo calificó a El Salvador como el país más violento del mundo con más de 60 muertes por 100.000 habitantes. Nicaragua actualmente es gobernada por una virtual dictadura de izquierda.
Ya Panamá y Costa Rica están “homologados” en muchos campos, aunque tenemos mucho que aprender en el campo de la educación, la salud pública y la seguridad. Sus fuerzas policiales están mejor entrenadas para la lucha contra el narcotráfico y contra agresiones de totalitarismos como el sandinista en el caso de Calero. Pero sobre todo, aprender de ellos a quitarnos los temores de emprender grandes iniciativas empresariales.
En Panamá se dispara el progreso. Es ya una “potencia económica ascendente” como la calificó la aancillera alemana Merkel. Es un país que piensa en grande. El 71% de su pueblo aprobó un empréstito de su país por $3 billones para ampliar el Canal. En mayo del 2012 Panamá anunció un acuerdo de cooperación con España para un gran plan de desarrollo que abarcará comunicación vial, ferroviaria y aeroportuaria. En el reporte del Banco Mundial del 2012, para poner en marcha un negocio en Costa Rica se necesita tomar 60 pasos mientras que en Panamá solo 6. Tenemos mucho que aprender de ellos.
Para que nuestro país sea rico, lo más práctico es juntarnos con un país que quiere ser rico como Panamá. Por eso es que el futuro de Costa Rica está en el sur.
Ricardo Martinelli le lanzó un desafío a Costra Rica en la última feria comercial “Expocomer”. Propuso que “este intercambio comercial (con Costa Rica) fuera más allá para que tengamos una verdadera integración... que eliminemos las aduanas... que (nuestros) ciudadanos... puedan entrar a cada país solo con su cédula de identidad... De realizar planes conjuntos de seguridad”.
La historia deja claro que jamás llegará a ser nuestro interés seguir intentando una unión con el norte retardatario de Centroamérica. Es el momento histórico de lograr una unión con Panamá. Comprometernos juntos a fortalecer los ideales comunes de las democracias maduras y buscar unidos el enriquecimiento de nuestros pueblos.
Le hace mucha falta a nuestra gente y a nuestro país la esperanza de poder divisar, en el futuro próximo, un gran proyecto; un game changer. Y hay que actuar pronto porque puede no aparecer otro Martinelli. Este salto hacia la seguridad y el progreso también le depararía a doña Laura la oportunidad de detener y darle vuelta, a la actual marcha hacia la pobreza. Y, sobre todo, ayudará a detener la diáspora de nuestros jóvenes que se le ha hecho invisible a nuestro cuerpo político.