Liberia, Guanacaste. Retahilero, guirero, alistador de toros para las fiestas cívicas, asustador en las calles y colacho en diciembre.
Este es Rafael Ángel Zúñiga Méndez, un pensionado del Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT), que nació en Quepos hace 62 años, pero se convirtió en liberiano 15 días después.
Así ocurrió porque lo llevaron a conocer a unas tías y a la abuela y con ellas se quedó.
En realidad, en la Ciudad Blanca pocos lo conocen por su nombre verdadero; sin embargo, cualquiera puede darle sus señas si preguntan por el famoso Pellejo de Lora.
Fue don Lauro Obando quien le encajó ese apodo cuando apenas tenía 10 años.
“Vino por primera vez canal 7 a Liberia y yo fui a una poza a tirarme con unas alas de playwood , pero no volé y caí abajo hecho leña; los otros carajillos solo se reían; mis alas eran verdes como las de la lora, por eso me pusieron así”, cuenta don Rafael, quien dice que no le molesta para nada su mote.
Lo de ser San Nicolás o, para algunos, Santa Claus, sucedió porque a doña Marta Cañas, una odontóloga de la zona, se le ocurrió que él se vistiera para entregar regalos a los limpiabotas y sus hijos.
“Ella me dijo que me vistiera de colacho, y que fuera a su casa a entregar regalos y, desde eso, todas las Navidades me visto y voy a las actividades que me pidan”, dijo mientras construye casitas para portal, algo por lo que también saca extras en esta época.
Sin competencia. Cada año lo contratan en escuelas, empresas, la cárcel de Liberia, el hospital y otras fiestas de beneficencia. No a todos les cobra, pero a los que sí, les pone una tarifa de ¢25.000 o, a fin de cuentas, lo que tengan gusto.
Este año, por ejemplo, su labor de colacho liberiano comenzó desde el 15 de noviembre en la fiesta de una escuela privada.
“No tengo mucha competencia en Liberia porque esto es duro por tres cosas: primero, porque hay que quitarse el traje muy suavemente y, desde un mes y medio antes, hay que prepararse tomando aceite de bacalao y de tiburón, además con jengibre y ajo para el jo, jo, jo”, dijo.
Sin embargo, lo mejor de la Navidad para don Rafael es que la gente hace cosas buenas.
“Debemos perdonar y reconciliarnos con nuestros enemigos, como nos enseñó el Niñito Dios; hay que dar mucho amor”, agregó.
Para él, esto resulta todavía más simple, porque está seguro de que no tiene enemigos.
Por eso es que a diario se reúne tanta gente en las afueras de su casa, en la entrada del puente de barrio La Victoria, donde hasta instaló unos poyos de concreto.
Ahí llegan los vecinos a tertuliar o a ver su colección de antiguedades y chunches.
“La tengo desde hace como 40 años porque yo desde carajillo recojo esas cosas, otras me las vienen a dejar”.
”También cuando era guila y alguien se moría, yo iba y preguntaba que qué me había dejado y me daban bacinillas o cualquier otra cosa ...y ahora las tengo todas”, explicó mientras enseñaba los recuerdos, herencias y trofeos.
Entre ellos, incluye toda una colección de trajes rojos que saca para alegrar las fiestas navideñas de muchos liberianos.