Sería mal vista una columna de fin de año que no incluyese un saludo optimista, no importa cuán destemplado haya sido el clima de este diciembre. Deseamos a las (y los) habitantes del planeta tanta prosperidad y tanta felicidad en 2013 como las que nos quieren deparar todos los (y todas las) gobernantes del mundo. Es justo expresarlo así porque, por mucho que buscamos en la literatura escrita y electrónica, no encontramos una sola mención de un (o una) gobernante que confesara el propósito de hacer algo infeliz a su pueblo. Así las cosas, lo único predecible es un año de incontenible regocijo para una especie humana que sobrevivió con serenidad a las amenazas de la profecía maya.
Por otra parte, puede ser que ahora nuestra situación sea diferente a la de hace unos tres lustros, cuando finalizaba el año en el que un expresidente de la República declaró que la magnitud de un notable latrocinio cometido en cierto ente estatal durante su administración no había sido importante porque “apenas si llegó” al dos por ciento (cinco veces menor en términos relativos al canon legal para la propina de los saloneros) del presupuesto del ente en cuestión. Lógicamente, tal declaración era interpretable como la admisión por parte del exmandatario de que no habría tenido importancia que en su gobierno el costo para el erario de todas las movidas ocultas hubiera ascendido a un poquito menos del 2% de todos los presupuestos del Estado. Y, en consecuencia, mientras ese límite no se hubiera sobrepasado, todo debería quedar, como quedó, en la impunidad.
Con aquel motivo, incurrimos en una especulación que nos llevó a considerar que, dado el tamaño acumulado del PIB de Costa Rica en el cuatrienio, los tribunales deberían haber desestimado toda acusación por estafa, carterazo, asalto bancario u otra forma de robo generada en el sector privado, mientras no se demostrara que en el mismo período lo sustraído de manera ilegal en ese sector sobrepasó el 2% del PIB, una suma improbable, casi imposible de escribir. Evidentemente, habría sido una desmesura sugerir tal cosa y por eso ahora, aplicando el mismo sentido de humana leniencia recomendado indirectamente por el eminente político, les rogamos a los quejosos de siempre que, en aras de la convivencia democrática, cesen de rumiar los malos manejos que pudo haber en la construcción de la trocha fronteriza y en otros negocios del Estado durante la actual administración, pues podemos asegurarles que, hecho el cálculo, no existe la menor posibilidad de que tales trapacerías éticas hayan superado el 2% permisible. Así, habrá paz en 2013.