Hace setenta años los medios de comunicación de la época daban a conocer cómo el entonces presidente de la República, Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia, inauguraba la remodelación del nuevo Estadio Nacional. Con recursos de todos los costarricenses y hecho por nuestros obreros de la construcción, los costarricenses con gran orgullo y alegría festejaron la inauguración de un estadio moderno con capacidad para 20.000 personas.
Hoy con la misma alegría el pueblo costarricense ha vivido la inauguración de un nuevo Estadio Nacional; no obstante, este se ha hecho con recursos económicos generados por un pueblo al otro lado del mundo y construido por obreros de ese país, que por cierto no cuentan con los mismos derechos con los que han contado nuestros trabajadores desde los años cuarenta.
Eran otros tiempos; en aquellos años nuestros gobernantes inauguraban obras hechas por el esfuerzo de sus propios Gobiernos, pregonaban en el mundo los principios y valores más profundos del ser costarricense; hoy nuestros gobernantes se vanaglorian de los esfuerzos de otros y pregonamos al mundo los valores del capitalismo salvaje; hoy nuestros gobernantes se olvidaron de pregonar en el mundo el valor más preciado: los derechos humanos por sobre todas las cosas.
Comprendemos que en el mundo actual las relaciones internacionales entre los países conllevaron también a tener relaciones comerciales estrechas; quienes impulsamos el “modelo de desarrollo hacia afuera”, donde aprovecharíamos nuestras ventajas productivas para vender en otros mercados, más allá del mercado centroamericano, para generar más riqueza y empleo, lo teníamos claro.
Pero jamás pensamos que los intereses económicos podrían estar por encima de los principios y valores. El capitalismo salvaje nos ha hecho claudicar en el tema central de la política exterior de Costa Rica: la defensa y promoción de los derechos humanos.
Sin duda alguna, eran otros tiempos.