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En un país que padece insuficiencia geográfica, el tamaño sí importa. Por esto, un volumen homónimo de 300 páginas que ni siquiera es una novela debería considerarse un acto de intimidación en prosa: la violación territorial de un campo minado por el subdesarrollo. La injuria es grave por tratarse de un poeta, y encima de uno sin posibilidades de rehabilitación, porque Luis Chaves será siempre un narrador en verso libre aunque ahora parezca un hombre de muchos caracteres y haya que buscar sus cuartillas en el índice de 300 páginas , su más reciente entrega al cajón de los “no ubicables”.
Como los 400 golpes de Truffaut , 300 páginas es la suma de todos los goles que Luis Chaves, con camiseta de periodista desempleado, le ha metido a la literatura costarricense a través de los medios impresos y electrónicos, y viceversa. Sin vaselina, pero sin salario. Son crónicas, relatos, columnas y demás extremidades de un corpus tan sólido como desmantelado, porque 300 páginas es una biblioteca de textos invertebrados, peligrosos, visualmente tóxicos, alimentados con el germen de nuestra propia destrucción.
“El cura habla de la muerte y la resurrección de la carne, o de algo que va a desembocar en eso. Pero los niños siguen jugando y basta mirarlos para saber que la muerte no es esa caja de madera, ni ese ni ningún otro rito; la muerte pura y dura, el signo de pregunta de la especie, son esos niños que corren y se persiguen, el perro que entró de la lluvia, las luces que desde aquí, en este mismo instante, vemos encenderse una a una abajo en el valle, convirtiéndolo en un pastel de cumpleaños gigante. La muerte es todo lo que continúa sin Pedro”.
A pedazos y a codazos, Chaves escribe y opina de lo que no le importa con la misma musculatura que de aquello que sí, porque él no es un periodista amanerado por las estadísticas del Tercer Mundo, sino un hombre común alfabetizado en el ácido sulfúrico de la literatura universal, líder de su propio movimiento disfuncional, Director Técnico del Equipo Contrario Per Se.
Las coordenadas de este universo paralelo constituyen, además, una auténtica mutación genética en un país en el que la libertad de expresión palpita en su mínima expresión. La familia molecular, Un país de la mente, Cabezas de serie, La banda sonora de mi vida, Los deportes, Libreta de apuntes y Cámara lenta son el “nosotros” de un “yo” que se niega a la promiscuidad, practicándola.
Las crónicas de Chaves tienen de periodísticas lo que tienen de inocentes y, desde una Costa Rica clausurada en nombre de la “objetividad”, acusan la miseria mental de un oficio condenado a la taquigrafía corporativa, gracias al servilismo de sus propios ejecutantes. Cuando Luis Chaves escribe, su objetivo no es mostrar lo que encuentra, sino lo que busca, porque la realidad se acaba pronto si uno no lleva suficientes ideas.
“Un pintor que copia un árbol rehúsa ver la realidad”, decía Picasso. Más que su poesía, 300 páginas es el mayor ejercicio autobiográfico de Luis Chaves hasta la fecha, y al mismo tiempo, un deli-cioso paseo galáctico desde la perspectiva de un tico de clase media, levemente ateo y decididamente herediano.
“Hunter S. Thompson, colaborador de periódicos, de revistas como la Rolling Stones y autor de varias novelas y colecciones de cuentos, metió los deditos del periodismo en el enchufe de 220 voltios y abrió a patadas un corredor por el que siguen transitando muchos de sus epígonos. Su impronta fue la de un periodismo que, renunciando a toda pre-tensión de objetividad, parte de la primera persona del singular y se ocupa de los hechos laterales, de la menudencia, de lo insignificante. Eso, aderezado con una escritura de primera intención, sin devolverse a corregir: un bulldozer que dejaba a su paso los escombros de la corrección política, el progresismo y la alta cultura. A ese estilo crudo y ríspido le llamó gonzo journalism. Nadie nunca supo definir este término, ni siquiera él. Lo cierto es que suena a algo ilegal, cancerígeno y/o herético”. En la nueva era glacial del calentamiento global, cuando los viejos dinosaurios reaparecen para dominar el mundo, Chaves sabe que la mentalidad jurásica rebalsa los océanos y las rotativas. Desde Costa Rica, él escribe como si esto fuera un país y nos persuade de que los tiempos que corren, huyen de nosotros; y que, si corren es, justamente, porque es de nosotros de quienes huyen. El libro se presentará el jueves 16 a las 7 p. m. en Teorética (300 m al norte del quiosco del parque Morazán).