Juana fue diagnosticada como diabética hace 36 años, cuando estaba embarazada de su segundo hijo
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Quince años después, sentada en un sillón de la casa de su hija Maritza, Juana Vargas Luna recuerda aquel domingo por la mañana cuando su corazón dio el primer tropezón. Al igual que todos los días, estaba cocinando. No obstante, el mondongo en salsa de aquel día habría de quedar pendiente.
“De pronto, me puse mal, sentía que me ahogaba y que la mandíbula se me estaba despedazando”, relata Juana, quien, a sus 78 años, ha sido sometida a dos baipases coronarios y a la colocación de un marcapasos.
Juana fue diagnosticada como diabética hace 36 años, cuando estaba embarazada de su segundo hijo. No obstante, nunca sabrá a ciencia cierta cuándo empezó a padecer la enfermedad ya que, en medio del trajín diario, le restó importancia a sus síntomas. “Jamás iba a la clínica, porque yo tenía una sodita y todo era el trabajo”, relata esta mujer, quien laboró 16 años en el Mercado Borbón.
La alarma llegó en 1998 con el primer infarto que se hizo acompañar de lo que ella llama “un bombazo”: diabetes, hipertensión y altos niveles de triglicéridos en sangre. Luego de una cirugía a corazón abierto y un mes en el hospital, regresó a su hogar. “(El doctor) Longino Soto (ya fallecido) me dijo: ‘Te vamos a ver para que te vayás a la casa’ y para mí eso fue como una fiesta”, cuenta.
Desde entonces, su salud ha pasado por altos y bajos. Hace casi cinco años, hubo un momento crítico: debió someterse a una intervención quirúrgica de siete horas, en la cual le colocaron un marcapasos.
De preparar empanadas y chuletas de cerdo –que comía de pie en minutos robados a lo largo del día–, ha pasado a incluir verduras en su dieta y a caminar, al menos, por la acera de su casa.
Hoy vive acompañada de su familia, aunque todavía recuerda el tiempo en que administraba la soda Juvalu: “Me gustaría trabajar; es que me encanta cocinar”, dice mientras sonríe.
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