Cabanga, esa palabra tan tica, es lo que sienten muchos costarricenses que, por diversas razones, empacan su vida para llevársela a otro país. Estando lejos, se exacerba la nostalgia y el aroma imaginario de un buen gallo pinto puede hacer estremecerse hasta al más desapegado.
Tampoco es lo mismo escuchar la Patriótica costarricense en un rincón perdido del mapa, a miles de kilómetros de aquí; no pocos ticos cuentan que la sola melodía de esa canción fue capaz de sacarles más de un lágrima.
Y eso que también hay razones de sobra para no extrañar al terruño: la delicuencia en triste aumento; los huecos de las carreteras que empeoran con cada invierno; la chota y la serruchada de piso que tanto caracterizan al tico, como lo dijo alguna vez don Constantino Láscaris...
Pero la tierra es la tierra y en Proa quisimos averiguar qué cosas del país le hacen falta a los miles de ticos que no viven aquí. De contárnoslo se encargaron Arturo Pardo y Alonso Mata, quienes conversaron con costarricenses radicados en lugares tan remotos como Bahréin, Malasia, Filipinas y Chipre, así como en Suecia, España, Argentina y Canadá.
Siempre en la línea de la nostalgia, nos dimos a la tarea de buscar a una niña que fue emblemática a principios de los años 90. El país entero se identificó con su caso y, moneda a moneda, hizo realidad el trasplante hepático que le salvó la vida. Quizá no recuerden a María del Rosario Rodríguez... pero sí a Chayito .