El primer contacto oficial de la historia entre europeos y sudamericanos, en futbol, fueron los Juegos Olímpicos de París.
Por aquel entonces, Uruguay asombró al mundo demoliendo a todos sus rivales (Yugoslavia, Estados Unidos, Francia, Holanda, Suiza) con un estilo vivaz, enérgico, creativo.
En 1925, el conde italiano Enrico Marone Cinzano, dueño de la fábrica de aperitivos y del Torino Calcio, vio jugar en Rosario al Potrillo Libonatti, de Newell’s Old Boys, y se lo llevó a su club. Causó sensación y provocó que comenzara la exportación de talentos hacia el otro lado del mar.
En 1928, la actuación del uruguayo Pedro Perucho Petrone en la Fiorentina provocaba aglomeraciones. Los carteles que anunciaban cada partido decían, en letra pequeña: “Domenica 20 Giugno, ora 15:30, Fiorentina-Roma”, y abajo, en caracteres gigantes: “Sará in campo PETRONE”.
En 1934, Italia fue campeón del mundo con cuatro cracks argentinos: Orsi, Monti, Guaita y Demaría. Los incluían en calidad de “oriundos”.
Aunque el futbol apenas transitaba sus albores, ya los futbolistas sudamericanos deslumbraban. Ochenta y seis años después de aquella celeste en París, el panorama no sólo no ha cambiado, sino que se ha profundizado.
Desde Pelé hasta Kaká, pasando por Garrincha, Tostao, Gerson, Jairzinho, Zico, Falcao, Romario, Ronaldo, Ronaldinho'
Desde Mumo Orsi hasta Messi, desfilando entre ellos Di Stéfano, Sívori, Kempes, Passarella, Maradona'
De Schiaffino a Forlán, con Ruben Paz y Francescoli en medio... De Teófilo Cubillas a Marcelo Salas, Sudamérica le ha brindado a los públicos del mundo la fantasía, la clase, su sello distintivo.
Este Mundial puede ser un magnífico homenaje a tanto talento. Ahora que la preparación, las tácticas y la organización se han igualado, la diferencia de categoría entre “los de allá” y “los de acá” salta a la vista como nunca.
Es una oportunidad histórica para Sudamérica: la de quedarse con los cuatro primeros lugares del Mundial. Siempre ha sido el fútbol más bonito y contundente a pesar de sus sempiternas crisis económicas, problemas políticos y conflictos sociales.
Ahora, la brecha es innegable. A nivel de clubes, Messi llevó al Barcelona a la cúspide en estos últimos años. El Inter de los brasileños y argentinos (Julio César, Lucio, Maicon, Zanetti, Samuel, Cambiasso, Milito) es el rey de Europa.
En esta Copa sudafricana, donde la decepción tiene rostros europeos y africanos, Sudamérica es un buque que navega a todo vapor, invicto de sobresaltos. Diez partidos jugados, 8 ganados, 2 empates; 18 goles convertidos, 4 recibidos.
Tanto Uruguay como Argentina, Brasil, Paraguay y Chile están en condiciones de ganar sus grupos. Si así fuera, esto les daría la posibilidad de chocar en octavos ante rivales no tan duros; y especialmente no tener que cruzarse.
Solo podrían toparse Chile y Paraguay en cuartos, pero también es verdad que de allí surgiría ya un semifinalista sudamericano.
Si el fútbol tiene una pizca de lógica (y la tiene), Argentina, Brasil, Paraguay, Chile y Uruguay deberían avanzar.
No resultará sencillo. Pero, viendo la carencia alarmante de ingenio en Italia e Inglaterra, la monotonía de Holanda, el caos de Francia y la irregularidad de Alemania, es perfectamente posible.
Africanos y asiáticos están para otra cosa. Acaso los rivales más fuertes provengan de la Concacaf; México ha levantado vuelo y Estados Unidos muestra garra y fútbol. Nunca se entrega, es un rival temible para todos.
Después de la del sur, viene la otra América, la del Norte. Ambas son las mejores regiones del presente torneo.
Chile, acaso el de menos poder de los cinco, cumplió el objetivo: ganar los 6 puntos antes de enfrentar a España. Y recuperó a Suazo. Igual, no le sobran figuras.
Paraguay dio un paso importante para ganar su zona enarbolando su solidez ante un equipo que está demás en el torneo: Eslovaquia. Realmente una tosquedad, una falta de recursos y de ingenio la de este cuadro eslovaco que más parece un equipo universitario que una selección mundialista.
Paraguay es un caso sensacional: sus jugadores casi nunca cometen falta. Juegan con brío, pero sin pegar. Recordamos que Carlos Gamarra batió un récord en Francia 98: jugó todo el Mundial sin hacer infracciones. Ninguna. Y era zaguero.
Por el contrario, que Martin Skrtel, rústico zaguero eslovaco con el 3 en la espalda, haya terminado el partido ante Paraguay sin una amarilla es un monumento a la incapacidad humana. La del juez Eddy Maillet, de Seychelles. Le toleró todo tipo de entradas bruscas desde atrás, empujones y tironeos.
Skrtel hace juego con este Mundial. Ambos están vestidos al tono.