La asamblea general del Sindicato de Profesionales en Ciencias Médicas me sacó “tarjeta roja” y en un proceso sumario, a mansalva y sin siquiera escuchar un descargo, me enjuició, juzgó y condenó a la pena máxima, sin precedentes en la historia de la entidad gremial fundada en 1952.
“Su creación (de Siprocimeca) respondía a la necesidad de conformar una organización que, además de buscar la defensa de los intereses gremiales, respaldara a la CCSS en la consolidación y extensión de los seguros sociales”, así reza su presentación en el sitio de Internet.
Estoy segura de que nunca he traicionado los principios fundamentales; los médicos juramos, ante todo, entregarnos en el amor y el servicio a los semejantes, y esa ha sido la causa que comparto con la inmensa mayoría de afiliados a Siprocimeca, con esos ideales de una profesional fraguada en la medicina comunitaria me afilié hace ya muchas décadas.
Mirada en alto. Si me expulsan por defender a la Caja Costarricense de Seguro Social y por ende a los asegurados, en una elevada misión heredada por hombres y mujeres extraordinarios de la talla de los Calderón Guardia, Sanabria Martínez, Mora Valverde y más adelante de la escritora Carmen Naranjo y tantas mujeres excepcionales, salgo del Sindicato por la puerta del frente y con la mirada en alto.
Puedo afirmar, con profunda humildad y convicción, que no he sido desleal, ni he faltado a la ética médica; digo, sin temor a equivocarme, que el cuerpo médico, con las contadas excepciones de siempre, sabe que la salvaguarda del Seguro Social, significa la tutela de los más de 48.000 servidores en todo el país, de sus familias y lo más importante, del derecho a la salud de todos quienes habitamos en esta patria.
Cuando juramos como profesionales, lo hicimos ante lo mas sagrado; en primer lugar, ante Dios, y luego ante la Constitución y las leyes, y nada, absolutamente nada de los humanos, puede anteponerse a esos elevados preceptos.
Poner orden. Se me cobra poner orden a los disparadores del gasto, evidenciados en el diagnóstico propio de la Caja, ratificado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y el grupo de expertos del más alto nivel; es imperativo tomar medidas para alejar a la CCSS del precipicio; hay que volver a colocar al usuario en el corazón de lo que se invierta.
Me afilié a Siprocimeca, pero me voy a oponer firmemente a cualquier movimiento de presión que ponga como escudo humano a los más indefensos; sigo el ejemplo de los maestros en mi formación como médica; aprendí que el enfermo está por encima del interés particular; si eso es deslealtad, que me juzguen los legítimos dueños del Seguro Social.
La intolerancia es mala consejera; quienes alzan la voz por “sus derechos” ahora me sacan tarjeta roja, violando los más elementales preceptos; daré la lucha contra este linchamiento, no porque me duela la expulsión, sino porque el “partido” que jugamos es determinante para el triunfo de los elevados preceptos que le dan vida a la seguridad social.