Las vocaciones sacerdotales en la Iglesia Católica no parecen brotar hoy como lo hacían en el pasado, y de ello dan cuenta las cifras: de acuerdo con un artículo de la periodista Amy Ross, publicado en La Nación el 3 de febrero pasado, en 1993 había 225 muchachos preparándose para ser curas, pero ese registro cayó a 142 seminaristas en el 2006. Este año la cantidad subió a 175 (incluyendo a los del seminario introductorio), pero no llega a los números de hace dos décadas. Asimismo, el porcentaje de aspirantes que llega a ordenarse bajó de un 50% en el 2006, a un 30% en la actualidad.
Son muchas las causas para entender qué está sucediendo y cada una podría ser objeto de elaborados análisis, la mayoría revestidos de intensa polémica.
Hoy, sin embargo, nos detenemos a observar cómo es la vida dentro del seminario, qué hilos mueven el día a día de estos hombres que dicen estar dispuestos a hacer votos de pobreza, castidad y obediencia, cuáles motivaciones los sostienen durante sus años de formación y qué factores determinan si finalmente llegarán a ordenarse.
Ángela Ávalos estuvo con algunos de ellos varios días antes de salir de gira hacia Nicoya, donde aprendió cómo se hace el muy gustado vino de coyol, una tradición guanacasteca que por estos días se encuentra en su apogeo. Y hablando de vino, pero de otro, en esta edición también llevamos una infografía sobre los misterios de la Última Cena, en la que el pan y el vino fueron esenciales.