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Seguridad

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Lo que hoy cuento ocurrió cuando todavía estaba muy lejos el funesto 9 de setiembre de 2001, pero cada vez que oigo a alguien quejarse de las rigurosas medidas de seguridad que se aplican actualmente en los abordajes de los aviones de línea, recuerdo el olor de la trietilamina (TEA) y paso a defender el rigor de esas medidas. Durante mis estudios de posgrado en el extranjero utilicé muchas veces en el laboratorio la TEA, un líquido incoloro como el agua pero de olor muy desagradable, cuya fórmula, muy simple por cierto, basta para predecir de inmediato que es combustible, que su punto de inflamación es bajo y que una alta concentración de él en el aire vuelve a este explosivo. Ya de vuelta en la Escuela de Química de la UCR, inicié junto con uno de mis alumnos un trabajo en el que se debía utilizar ese mismo reactivo que, por diversas razones, era localmente escaso; pero el problema quedó momentáneamente resuelto cuando dos laboratorios estatales nos cedieron pequeñas cantidades de TEA que tenían en desuso, y así pudimos continuar con nuestro proyecto mientras se hacían las gestiones para que la importara la Universidad.








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