Ya es uno más de los nuestros; con los años, perdió los “dejos” cubanos y ahora hasta se la tira rico los domingos', relax', cero estrés', “no problem”.
Este “hombre sincero, de donde crecen las palmas” va para 20 años de haber llegado a estos lares con lo que cabía en un bolso de mano, tras haber visto mundo, rodado tierras y darse cuenta –como él mismo afirma– “que el ser humano está más allá de las ideologías.”
Grandotote como un niño bueno, Lázaro Malvarez Cárdenas, natural de La Habana, lió sus bártulos y cambió el frío moscovita por los cálidos aires de San José, más prosaicamente al final del paseo de los Estudiantes –hoy barrio chino–.
Estudió periodismo en el Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú, una de las más prestigiosas universidades de la Unión Soviética, gracias a una beca del gobierno cubano; llegó a ser el jefe de la agencia Prensa Latina en Moscú y en el cenit de su carrera le llegó la iluminación, tiró la toalla y abandonó su tierra.
Según él, estaba en tránsito hacia Estados Unidos; mientras tanto probó con un trabajito aquí y otro allá: vendió quesos, pintó casas y piedras, hasta que un amigo lo conectó con otro paisano que dirigía un noticiero en canal 4. Así nació su amistad con Ignacio Santos, relación entrañable que llega hasta hoy, superando los vaivenes del tiempo y la fortuna.
Donde ha ido uno, va el otro. Es el jefe de información de Telenoticias y participa en Pasión deportiva , en la emisora 89.1, todos los días de 8 a 9 p. m.; y en Esquina neutral , en canal 33, los viernes de 8:30 a 9:00 p. m. En ambos trata de boxeo, deporte que, desde niño, le encanta y es, algo así, como un experto.
Ha resucitado varias veces. La última hace poco más de cinco años, cuando su esposa Bettina murió días después de dar a luz a sus hijos, los gemelos Amélie y Mattias, que ahora tienen casi seis años. Enfrentó el infortunio, se recuperó y sacó adelante a su familia.
Lázaro vive agradecido. Respira la sana alegría de quien encontró una nueva luz en su corazón.
--¿Tiene pareja sentimental? --Una novia, se llama Irene, es tica, maestra de primaria en la Escuela Santa Marta, y tiene 32 años. Hace tres años nos conocimos y es una relación estable.
--Pero' ¿usted es viudo? --Sí, mi esposa Bettina murió 11 días después de dar a luz a nuestros hijos: Amélie y Mattias. Fue algo repentino y nadie está preparado para algo semejante.
--¿Hay explicación para algo así? --Al principio no lo entendía, y conforme pasan los años sigo sin entenderlo. Ella murió en la plenitud de su vida, es inexplicable lo que ocurrió.
--¿Cómo lo superó? --La muerte de la esposa nunca se supera, pero hay que seguir trabajando; uno tiene que ver cómo mantiene a su familia, al margen de que la vida cambie hay que intentar rehacerla. Uno sale adelante por los que quedan y, más allá del dolor, la vida continúa.
--¿Es feliz? --Sí, tengo dos hijos maravillosos que son mi razón de vivir. Los tuve a los 43 años y uno cambia la percepción de todo. No hay amor que se compare con ese ni sentimiento parecido hacia otra persona.
--¿Los años pesan o pasan? --Me considero todavía joven. Tengo 48 años. La juventud va en el alma. Hay personas con 85 años con deseos de vivir y otras de 35 años que son amargados.
--¿Cómo fue su infancia? --Nací en La Habana en una familia humilde; no pasamos hambre pero sí muchas dificultades. Hubo tiempos en que compartí la ropa con mis hermanos; incluso, cuando estudiaba en Rusia –en las vacaciones–, me iba a trabajar en la construcción para compensar la beca que recibía. Todo lo que tengo, me lo he ganado con el sudor de mi frente.
--¿Usted se fue a Rusia por la situación económica familiar? --No, yo quería ver mundo. Con mis amigos de juventud nos “embuyamos” en la idea de qué nos gustaría ser de grandes, y un profesor guía me dijo que tenía talento para el periodismo.
--¿Se adaptó bien a la nueva vida? --Para los cubanos, Rusia era algo lejos geográficamente, pero cercano emocionalmente; en Cuba, vivían rusos y manteníamos buenas relaciones. Allá cocinaba, hacía la compra para ahorrar dinero y me desenvolvía solo.
--¿Qué clase de educación recibió? --Fueron cinco años muy intensos y de recibir muchas clases, no solo de periodismo sino para trabajar en una embajada. Fui a clases de protocolo, idiomas o historia del arte.
--¿Y todo era en ruso? --Cuando llegué, no sabía nada del idioma, pero a los 17 años uno aprende rápido y lo que sea. El hecho de estar en ese país, conocer gente, convivir en una habitación con un compañero que habla ruso, compartir la vida, ir al teatro y, en dos años, ya hablaba el idioma; además, aprendí inglés, un poco de alemán y comprendo otras lenguas de las antiguas repúblicas soviéticas.
--¿Usted era comunista? --Éramos idealistas; en algún momento, fuimos fidelistas. Eso se pierde con el tiempo porque uno se da cuenta de que existe otra realidad y el tema de las ideologías no es tan importante; es más valioso el ser humano que las creencias.
--¿Consiguió empleo? --Cumplí unos meses de servicio social en la provincia de Cienfuegos, al sur de Cuba. Después, el gobierno me ubicó en la agencia Prensa Latina y, por mi experiencia en Rusia, me encargaron el área de Europa. Era un trabajo muy interesante, tenía connotados periodistas como jefes y fue una gran escuela periodística.
--¿Es fácil el periodismo? --Quien escoge esta carrera sabe que no es fácil ni cómoda. Cuando era el responsable de la agencia Prensa Latina en Moscú , me desempeñé como corresponsal en Afganistán, en el proceso de separación de Lituania y también estuve en el bombardeo al Parlamento ruso, ordenado por Boris Yeltsin.
--Entonces, ¿es difícil esta profesión? --La dificultad estriba en la gente con la que uno se topa: burócratas, déspotas o personas que asumen el trabajo del periodista como algo personal contra ellos y no como un asunto de interés público. Y eso sin contar los riesgos y amenazas que a veces acaban con la vida del periodista; ahí está el ejemplo de Parmenio Medina e Ivannia Mora.
--¿Cuándo decidió salir de Cuba? --Estaba en un gran momento de mi carrera profesional y era el jefe de la oficina en Moscú. Estuve tres años ahí, pero, en 1992, mi cuñado y mi hermana desertaron y comencé a tener problemas de índole ideológica; me sentía vigilado y estaba incómodo porque, de buenas a primeras, me anunciaron que me iban a enviar a la agencia en China.
--¿Usted es un desertor cubano? --Ese es un término que suelen usar, como el de gusano, contra los que nos vamos de Cuba; a mí no me gusta, pero técnicamente soy eso, un desertor, porque tenía un puesto importante en el Gobierno.
--¿Qué le atrajo de este país? --La hospitalidad del tico y en el buen sentido de la diplomacia, eso que se conoce como el “queda bien”.
--¿Cómo llegó a Costa Rica? --A los 28 años, decidí salir de Cuba y buscar vida en otro país. Traía un bolso, un pantalón, un par de zapatos y dos calzoncillos.
--¿De qué vivía en esos días? --En realidad, tenía la idea de irme a vivir a Estados Unidos, donde una hermana. Mientras tanto alquilé una habitación en el paseo de los Estudiantes, y me conectaron con una familia de Turrialba con la cual fui a vender queso en la feria del agricultor en Zapote y plaza Víquez.
--¿Tenía otros ingresos? --Cuando uno está recién llegado a un nuevo país hace de todo. Iba a Nicoya y traía piedras, que después pintaba y las vendía para las peceras. También pinté casas. Estuve seis meses sin ninguna relación con el periodismo.
--¿Cómo se vinculó con la TV? --Un buen amigo costarricense me presentó a otros cubanos relacionados con los medios de comunicación y con él fui a canal 4 donde Ignacio Santos, quien era el director de NC4 .
--¿Y le fue bien? --Fue la experiencia más motivadora que he tenido, hubo entendimiento a primera vista y él ya había escuchado algo de mí en Moscú y me preguntó si buscaba trabajo, pero le dije que andaba pendiente de viajar a Estados Unidos; acepté su ofrecimiento de estar unos dos meses y ya tenemos 18 años de laborar juntos.
--¿Qué los mantiene unidos? --No me considero un arrimado a Ignacio; él es un gran profesional, pero también muy buen amigo y un hermano. Con Ignacio, he tenido el privilegio de trabajar y he dado el máximo de lo que sé y puedo hacer. Con él y con Pilar, integro un gran equipo, y cuando Ignacio dejó canal 4 y pasó a canal 7, lo acompañé y aquí estoy desde hace 15 años.
--¿Qué cargo tiene en Telenoticias? --Soy el Jefe de Información, trabajo directamente con los dos directores y me encargo de que los redactores cumplan sus asignaciones y estar detrás de las cámaras. También estoy metido en otros proyectos como El chinamo , los toros y apoyo a los productores.
--¿Y quiénes tildan a Telenoticias como “Notitoros”? --Lo que quieren es bajarnos el piso. Somos un medio que ha denunciado de manera seria hechos irregulares. Lo que sucede es que el noticiero se orienta de acuerdo con la actualidad y, en Costa Rica, la gente asocia la Navidad con los toros y El chinamo . En otras ocasiones, es el futbol o la trocha.
--¿Por qué es tan aficionado al boxeo? --Desde niño leía el periodismo deportivo y como periodista asistí a muchas actividades de ese tipo. Siempre me encantó el boxeo, pero nunca lo practiqué.
--¿Quiere buscar otros horizontes? --Ya no; si puedo, me voy a retirar en este trabajo. La familia Picado me ha tratado como nadie. He recibido ofertas para trabajar fuera del país, pero aquí estoy bien, estoy cómodo, como un tico más.
--Lo veo más flaco' ¿Qué le pasa? --Hace como año y medio, pesaba 130 kilos y los exámenes médicos revelaron que tenía de todo y, según un amigo doctor, si seguía así me iba a morir, tenía por los cielos el colesterol, los triglicéridos...
--¿Lo pusieron a régimen? -Fui donde el Dr. Erick Rojas, ese famoso que atiende a las modelos. Con mesoterapia, ejercicios y dieta, logré bajar 28 kilos.
--¿Y cerrar la boca? --Sí. Me comía una barra de pan con mantequilla, arroz chino y helados, muchos helados' mejor dejé de comprarlos'